
Inmaculada Pérez
La santidad es una vocación dirigida a todas las personas, es sinónimo de bienaventurado, dichoso, feliz y para nosotros los salesianos consiste en estar siempre alegres. En mantenernos firmes en la prueba, con gozo y esperanza en las dificultades, conservando la paz y el dominio en medio de las tensiones. Dios quiere algo más que un carisma; Él esta buscando en nosotros la santidad. Esa que tiene que ver con la pureza de corazón y de la que podemos conversar en voz baja solo Él y nosotros. Nuestro mundo esta lleno de santos que acogieron a Cristo en sus vida con amor inquebrantable.
La santidad desde nuestro carisma salesiano consiste en esta alegres en nuestro día a día, en la realidad que a cada uno nos toca vivir no exenta de dificultades, alegres con quienes nos rodean y el Señor pone en nuestro camino, alegres en el ejercicio de nuestras responsabilidades, en nuestro ambiente personal, laboral y social, alegres en nuestras actividades, en todo momento, pues un corazón que esta alegre irradia esperanza, contagia felicidad y entusiasmo a cuantos se cruzan en el camino.
Todos seguro que tenemos en nuestra mente nombres y personas que son los santos de hoy, aquellos que conviven con nosotros y a los que el Papa llama los “santos de la puerta de al lado”, testimonios sencillos que nos muestran que la santidad está al alcance de todos, viene como fruto de disfrutar el amor de Dios en comunión, sin duda la santidad es un proyecto y una forma de vida.
Cuando Marian nos sugirió ideas y leí la que tocaba este día me pareció interesante reflexionar sobre la santidad de los salesianos Luis Versiglia y Calixto Caravaio. Desconocidos para muchos y muchas de nosotros.
Luis Versiglia
Un día llego al oratorio de Valdocco para formar parte del sueño de D. Bosco, poco a poco se fue enamorando del santo de los jóvenes y creciendo en él la idea de ser misionero, nuestro Fundador que conocía perfectamente a sus muchachos, le dijo: “Ven a verme que tengo algo que decirte” pero esta conversación no se pudo llevar a cabo, ya que D. Bosco enfermo y murió. Luis que estaba cada vez más seguro de su vocación decidió quedarse con Don Bosco y así fue como a los 16 años realizo los votos en la Congregación, el noviciado y sus estudios de Filosofía completaron su formación. Escribió a su Director Espiritual para compartir con él lo que durante años había guardado en su corazón su deseo de partir a tierras misioneras para difundir la obra salesiana, pero aún no era el momento y le quedaban 10 años en Italia como formador y padre, maestro y amigo de los jóvenes.
En verano de 1905 llego el momento tan esperado para él, guiar el primer grupo de misiones salesianos en China, lo hizo con un maravilloso regalo que le entregó el Rector Mayor D. Pablo Albera el cáliz con el que había celebrado sus bodas de Oro sacerdotales y los 50 años del Santuario de María Auxiliadora. Realizó una magnifica labor en todo lo que se le encomendó, logrando hacer prodigios en una tierra muy amenazada para los católicos. Fundo oratorios, formo sacerdotes y religiosos y religiosas, bautizó, construyo orfanatos, casa de formación, el Instituto Don Bosco con escuelas profesionales y de magisterio, asilos, orfelinatos, dispensarios de medicamentos y la Casa del misionero. El Obispo no se detenía ante nada. En febrero de 1930 se puso en camino a la pequeña misión de Lin-Chow lo acompañaba el joven misionero D. Calixto Caravario de 26 años, los apresaron durante el camino llegando a decir que lo mataran a él que era viejo pero dejaran libre al joven Calixto fueron martirizados muriendo el 25 de febrero de 1930.
Calixto Caravaio
Un día se enamoró de nuestro carisma salesiano cuando a la edad de cinco años se traslado a Turin al Oratorio de San José, desde muy pequeño atraído por el deseo de ser sacerdote. A los 18 años conoció a monseñor Versiglia a quien dijo: “Le seguiré a China” y en efecto a los 21 años el clérigo partió de misionero, mientras estudiaba teología fue asistente y catequista de los muchachos huérfanos y abandonados. Las 82 cartas escritas a su madre durante este periodo sólo vislumbran su anhelo de ser sacerdote, sacerdote santo, sin importarle entregar su vida para la salvación de las almas.
Sólo 8 meses después encontró la muerte martirizado en un viaje de misión junto al Obispo salesiano D. Luis Versiglia.
Maravilloso testimonio para nosotros hoy. El Papa Juan Pablo II los llevó a los altares el 15 de mayo de 1983. El mismo Juan Pablo II, en el año 2000 proclamó oficialmente su santidad.
0 comentarios