Recordemos este hermoso cuento, siempre me gustó.
Un granjero tomó un día un huevo en un nido de águila y se lo llevó a su corral, allí lo puso con los huevos que una gallina estaba incubando; salieron los pollitos y también salió la pequeña águila, ella vio que su madre era una gallina y sus hermanitos, los polluelos, se hizo uno más y aprendió a comportarse como todos. Un día, al elevar la mirada al cielo vio a un precioso animal que planeaba entre las nubes y le preguntó a uno de sus hermanos pollos: “¿Qué animal es ese que vuela tan magistralmente?”
Recibe por respuesta: “Es el ave entre las aves, el rey de los cielos, es un águila” A lo que le responde el águila que se creía pollo: “¡Como me gustaría volar como lo hace ese pájaro!”
“Nosotros no podemos volar, no somos águilas somos pollos” Todo esto se lo traga el águila que se creía pollo; bajó la cabeza, así vivió siendo consciente que su comportamiento era de pollo, esa era su identidad, así murió.
Llevaba dentro toda una mina de explosivos, podía volar y nunca lo hizo, se conformó con lo que se creyó ser, no rompió su estatus, murió pollito siendo águila.
¡Triste realidad que abunda entre las gentes!
Muchos humanos mueren como humanoides, águilas que mueren creyendo ser pollos.
No se cruzó en su camino con ningún hada que con su varita hiciera que se mirara al espejo y viera los tesoros que llevaba dentro, las alas de águila y así poder volar.
Muchas personas creen ser lo que son por sus comportamientos, por hacer lo del colectivo, lo de todos. Están convencidos que eso no se puede cambiar.
Al resignarse a no cambiar, se excusan asegurándose que eso es lo válido.
Ya se sabe, los perdedores siempre tienen alguna excusa, los ganadores buscan un plan, no se conforman con lo que les dicen de sí o de la vida o del destino, buscar usar sus alas, ya que las tienen y se las quieren ocultar, no cejará hasta dar con ellas, con la verdad.
Están vivos y sanos, no se sienten víctimas de nada ni de nadie. Admiten sus errores y fallos, se arremangan y lo vuelven a intentar. Tienen claro que han de esforzarse, que les va a costar alcanzar lo que se proponen, ha de luchar, perseverar, tener paciencia y humildad para volver atrás ya que han entrado en la calle de “Sal si puedes”, (esta calle la he visto y he estado en ella en Santiago de Compostela; es una calle sin salida).
Se preguntarán, buscarán respuestas coherentes, claras y reales, no genéricas.
Tienen confianza en sí mismos y aceptan pagar el precio que hay que pagar por alcanzar la meta que se han propuesto. Llegarán a volar como las águilas, no morirán como pollitos, ya que lo que llevan dentro son alas.
¿Eres perdedor o ganador? Tienes alas, úsalas. Lucha, sufre y vence. Puedes, ten confianza en ti.
Si caes en la calle “Sal si puedes”, ya sabes, puedes, vuelve atrás y ya sabes, a comenzar, a luchar y a vencer.
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