Dicen que el agua siempre se abre camino por donde sea. Sin embargo, cuando la necesitamos y la buscamos en lugares áridos, parece que no es tan fácil que venga a nosotros. Santa Teresa de Ávila utilizaba, más o menos, estas palabras al hablar de la oración. Adentrarse en el camino de la oración, abrirse camino por él, no es fácil. Ella lo compara con comenzar a buscar agua picando roca. Es duro, difícil, un solo golpe no basta, ni dos, ni tres. Después de mucho esfuerzo y de muchos golpes no consigues el agua, pero al menos has roto la piedra. Y una vez rota la piedra el asunto se vuelve un poco más fácil.
Rebosantes de agua
Nuestra vida interior tiene mucha agua. El agua que Dios mismo ha puesto y que necesitamos beber diariamente. Por eso, es imprescindible picar roca cada día, romper la superficialidad, la cabezonería, el orgullo y la pereza. Es una tarea dura, pero merece la pena.
Una vez rota la piedra, dice santa Teresa, encontramos el agua. Pero no un agua limpia y transparente, sino agua mezclada con tierra y barro. Y es que en nuestro interior también hay momentos turbios de pasotismo, amargura, incredulidad y nervios. Así, más que remover, se trata de tranquilizar las aguas para que el barro quede depositado al fondo. A ello nos puede ayudar la serenidad, la concentración y la calma. Actitudes importantes en este camino que estamos abriendo.
El tercer paso consiste en construir un pozo. Poner piedras que separen el agua de la tierra para que deje de embarrarse. Piedras que nos ayuden a mantener el agua limpia y cristalina: gestos diarios de paz, servicio, respeto, escucha atenta y perdón.
Una vez hecho el pozo, ya no necesitarás pico y pala para obtener agua como al principio. Ahora necesitarás un cubo. Un cubo con el que llevar el agua a tu casa. El cubo de un rato de oración, de celebración, de un momento meditando la Palabra de Dios. No es tan duro como picar piedra, pero también necesita empeño y constancia.
Por último, dice Santa Teresa, hay momentos en que el agua te llega sin trabajar y sin hacer nada. De repente, un día, se pone a llover. Y sólo necesitas ponerte bajo la lluvia y dejar que te empape. En tu jardín brotará lo que hayas plantado y si has preparado la tierra para ese momento quedará regada y bien húmeda.
Espero que este nuevo curso encuentres agua, prepares bien tu tierra y te puedas empapar cada día. Basta abrirle camino o dejar que ella se abra camino por tu día a día.
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