No me siento culpable, pero sí profundamente apenado. Con la edición de hoy termina mi orgullo de periódico y la ilusión que Don Bosco había depositado en mí. Hoy es el último día de mi vida.
Perdón por no haberme presentado: soy un periódico destinado a los jóvenes, hijo de la creatividad de Don Bosco. He llevado una vida errante y enclenque durante ocho largos meses. Me hubiera gustado crecer fuerte, aumentar mis páginas en cada edición y sentirme robusto y deseado por miles de lectores. Hubiera querido percibir la fuerza nueva de los ojos jóvenes acariciando mis líneas… pero todas esas ilusiones forman parte de nuestro fracaso compartido.
Todavía está reciente en mi memoria aquella primera mañana, cuando estrené cabecera y tipografía nueva. Recuerdo que Don Bosco me tomó sonriente y entusiasmado entre sus manos. Me acercó a la nariz. Estaba tan feliz que, olfateando mi tinta fresca de imprenta, soñó con estar oliendo un perfume nuevo. Mi nombre expresa todo lo que he significado para él: El amigo de la juventud.
Durante los sesenta números de mi existencia he procurado hacerme oír, que para eso venimos al mundo los periódicos. Me he esforzado por gritar, desde mis páginas, las palabras y los pensamientos de Don Bosco. He proclamado la libertad y la justicia desde mi sección internacional. He prestado mi voz para denunciar la situación penosa en la que se hallan tantos y tantos jóvenes. He defendido la fe cristiana.
Mañana sólo seré un recuerdo de archivo. Pero siempre estaré orgulloso de haber llegado a pequeños pueblos para ser la escasa cultura de jóvenes campesinos sin libros… Quedo en paz con mi conciencia de papel porque he subido a los andamios de edificios en construcción, dejado que mis páginas se mancharan de cal y yeso, para ofrecer algún conocimiento a los niños albañiles como los que acoge Don Bosco. He visitado en varias ocasiones la cárcel de menores de Turín… y he abierto, para los ojos de los presos jóvenes, ventanas hacia la libertad.
Marcho del mundo de las imprentas sabiendo que mi nombre seguirá vivo para siempre. El tiempo hará amarillear y desaparecer mis páginas como hojas de otoño. Pero siempre recordaréis a Don Bosco, el auténtico Amigo de la Juventud.
Nota.- En el año 1849 Don Bosco editó un periódico llamado El amigo de la juventud. Fue un pequeño fracaso. Aparecía dos veces por semana. Se editaron 61 números. Se imprimía en la tipografía Speirani-Ferrero.
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