Quienes vivimos como evangelizadores y educadores cuidamos durante todo el curso pastoral nuestros ambientes para que en ellos se pueda vivir una auténtica experiencia evangelizadora y educativa. Nos preocupamos, como herederos del sistema preventivo de Don Bosco, de evitar elementos y experiencias negativas que puedan dañar a nuestros jóvenes en su crecimiento y proponemos una forma de vida y actividades que ayuden al desarrollo integral de la persona.
A lo largo de todo el año, pero especialmente en verano, uno de los ámbitos recurrentes en nuestros proyectos educativos es el medio ambiente: excursiones, rutas de monte, Camino de Santiago y, sobre todo, campamentos se desarrollan en contextos en los que la naturaleza adquiere un protagonismo como contexto y herramienta educativa.
Sin embargo, somos conscientes de que aún hay mucho camino que recorrer para afirmar que en estas experiencias vivimos una auténtica espiritualidad ecológica, que vivimos como cuidadores de la creación y que somos ejemplo de gratitud por el inmenso regalo que Dios nos ha hecho.
Tranquilidad y contemplación
Tendemos a llevar el ruido y el ritmo acelerado de nuestras actividades de ciudad al campo: altavoces, juegos ruidosos, material excesivo e invasivo y un número de participantes que, a veces, satura las posibilidades del entorno en que nos encontramos.
Todavía nos queda mucho por aprender para comprender que las plantas, los animales, los caminos, los paisajes son ya el recurso para una experiencia de inmersión y no de invasión en el medio natural. Llevamos tantos objetos sacados de nuestros almacenes que se nos olvida parar, contemplar, valorar y agradecer lo que nos rodea. Se nos olvida que la mirada es lo primero que necesitamos para disfrutar de todo ello.
En cierta ocasión, Jesús dijo: “Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta” (Mateo 6, 26).
Es tan sólo un ejemplo para mostrar que Jesús contempla y reconoce a su alrededor la infinita bondad de Dios como Padre y Creador. Invita a sus discípulos a contemplar la belleza que hay en las criaturas y les enseña a reconocer el mensaje evangélico que se puede extraer de las cosas: mirad los pájaros, mirad los lirios, mirad los campos, un grano de mostaza, una higuera, espigas de trigo, una oveja… Todo habla del Reino de Dios para quien vive con una mirada contemplativa.
¿No fue esta mirada la que Mamá Margarita enseñó a Don Bosco? ¿No es esa mirada la que podemos cultivar en nosotros y en la que podemos educar a tantos jóvenes que este verano estarán en nuestras actividades evangelizadoras y educativas?
¿No es esa mirada la que todas y todos podemos entrenar cuando viajemos este verano por las carreteras y contemplemos paisajes, monumentos, pueblos, ciudades, museos y seres vivos que nos muestran que estamos rodeados de belleza?
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