Empezamos el curso y toca puesta a punto. Las madres “puedocontodo” aprovechamos las tardes del mes de septiembre para llenarlas de recados y revisiones médicas. Un día al dentista, al siguiente pediatra, otro día el otorrino, por no hablar de cortes de pelo, compras de uniformes y material escolar de última hora.
Pero además de revisar la vista y otros sentidos, en este post me gustaría reflexionar sobre si tenemos entrenada la mirada. Los ojos son una de las partes más importantes del cuerpo. El escultor Miguel Ángel decía que “los ojos no solo atraen luz sino que la desprenden”.
Los ojos hablan, lo ha demostrado la comunicación no verbal. El investigador, Albert Mehrabian, afirma que en una conversación el componente verbal es un 35% y más del 65% son miradas y gestos.
Con nuestros ojos podemos expresar amor, exaltación, desprecio, orgullo, pena, ilusión, reproche, complicidad, preocupación, ingenuidad. Nuestra mirada tiene poder sobre los demás.
Incluso para la propia confianza, que nos miren bien, sentirnos queridos a través de las miradas, hace que nos sintamos más valorados.
Cómo miraba Jesús. Pues miraba amando, reconfortando. Los ojos de Jesús veían a la persona con toda su dignidad, veían la belleza interior. Jesús conocía sus pensamientos, miraba con ternura y a la vez con seguridad.
De igual modo, los que lo conocieron afirman que la mirada de Don Bosco era viva, dulce, que atraía y se posaba intencionadamente (1). Algunos incluso pensaban que los ojos de Don Bosco traspasaban y leían los pensamientos. Ojos que giraban en todas direcciones, electrizando los corazones de alegría, hablando a sus jóvenes y a otros que se cruzaban en su camino, muchas veces más que con sus palabras.
Don Bosco recomendaba a sus jóvenes “Caminad con los pies en la Tierra, pero con la mirada en el cielo”
Entrenemos la mirada para poder mirar más al cielo, reconocer la belleza de cada persona que nos crucemos. Ver en nuestros hijos al bebé que fueron y mirarles con esa ternura y agradecimiento por ser como son, sin rencores, ni reproches.
Para este nuevo curso deseo que podamos tener esa mirada de amor hacia nuestros jóvenes, alumnos, compañeros, familiares, transmitiéndoles la ternura que Dios nos tiene y mirando más allá de lo físico, lo estético o lo prejuzgado.
“No existe ninguna palabra de amor que supere el amor que transmite una mirada de ternura”
Buen inicio de curso.
0 comentarios