Ayer me saltaba un aviso en el calendario del móvil: Semana Solidaria. Me quedé un rato pensativa, debería haber comenzado nuestra gran semana en Soto, para ayudar a la gente necesitada, como llevamos haciendo 13 años ya. Iba a enviarlo a la opción eliminar, igual que otros eventos que se han ido cayendo del calendario estos días, pero no lo he hecho. No he podido.
He puesto simplemente: aplazada; como el abrazo a mis padres, hermanos, amigos, compis del trabajo, a mi jefe, a mis niños de catequesis, a tantas personas… Abrazos que solo están a la espera, suspendidos hasta nuevo aviso. Vivo en una eterna sensación de sábado santo, instalada en la esperanza de que todo resucite.
Como alguno sabéis soy una persona altamente sensible (PAS), eso significa fundamentalmente que percibo las cosas de manera empática y que todo lo que me rodea produce en mí estímulos bastante fuertes que primero me impactan, luego proceso en mi interior y por último tengo que dar respuesta en la medida de mis posibilidades. Mi sensibilidad es un don, y así lo vivo, pero también puede ser una carga importante cuando la sobre estimulación me activa demasiado.
Y este es uno de esos casos. El problema es que, encerrada en casa, no puedo hacer mucho por las personas en las que va a recaer la parte más dura de esta crisis. Procuro no mirarme mucho el ombligo y descentralizar el pensamiento de mis miedos o inseguridades, que los tengo (sobre todo con la salud de mis padres). Intento situarme por encima, sobrevolar la situación para verla con cierta distancia y lo que veo es gente estresada también en sus casas, preocupada por cosas que por desgracia no podemos resolver del todo ahora, mientras la gran crisis está sobre todo en los hospitales, en los enfermos que mueren solos, en la gente que está perdiendo sus trabajos, sus negocios, que no ingresa ni un euro y que está desesperada… No sé qué hacer con todo esto, que es problema de todos, buscar culpables no cura enfermos ni da a la gente de comer. Voy apuntando ideas en un cuaderno, algunas utópicas pero otras quizás sí se puedan poner en práctica cuando todo regrese a la normalidad.
Nuestro mundo va a necesitar que todos conjuguemos el verbo compartir como nunca antes lo hemos hecho. Te invito a vivir el día a día con calma, en una espera activa que ponga los cimientos de un mañana mejor. Y mientras tanto hacer lo que nos piden los que están en primera línea de batalla: estar en casa, aunque hoy me parezca tan insuficiente.
Un abrazo para todos.
Gracias por tus palabras, Begoña. Has conseguido, de manera breve, compartir una vivencia rica en matices, en enseñanzas y, aunque lo narras como algo personal, creo que es compartida por muchas personas. Y además lo has redactado de forma bellísima, dulce, delicada… Las palabras también nos aportan sosiego y son medicina para el alma. ¡Gracias!
Muchas gracias por tu comentario, Eva. Me alegra que te haya gustado. Son palabras que salieron del alma. Un abrazo.
Qué alegría y qué paz de nuevo, Bego. Tu reflexión guía ahora el devenir de esta espera como llama del faro atravesando la bruma en alta mar.
El puerto está cada vez más cerca…
…renovado. Quizá era necesario.
Gracias por compartir tu luz.
Me gusta sentir que cada vez que pasamos por un profesor, seremos sus alumnos para siempre; por eso,
tu -eternamente- alumna que te quiere,
Esther
Gracias, Esther, pues eso serás siempre para mí: una alumna con una sensibilidad muy especial. Espero que estés muy bien y seas feliz. Un abrazo.