Nada menos que Mao Zedong, el mandarín de todas las Chinas, escribió entre sus “mandamientos” éste: “Honrarás a Juan Bosco que cuidó de los humildes y educó a los obreros…”.
Ahí es nada y tal y qué sé yo.
En la apasionante e increíble biografía de San Juan Bosco hay un aspecto poco conocido: sus funciones de diplomático, hombre que “negocia” asuntos políticos. No fue Don Bosco diplomático de carrera, claro está. Pero le tocó vivir uno de los momentos históricos más decisivos y agitados de su país, Italia, y supo afrontarlos con sinceridad y a corazón abierto a lo que creyó que era su deber.
¿No estaría regando fuera de tiesto?
Entonces se dijo que “la política de Don Bosco es muy sencilla: no tener ninguna; observar, buscar sólo el bien, y aprovechar las ocasiones”. Es decir: una gran política donde lo único que, afortunadamente, falta, es el interés personal o la “erótica del poder”. Nada de esas sustanciosas aspiraciones -aspiramos a comernos el mundo por de pronto, para nada- merodeando alrededor de la más vulgar mediocridad, enzarzada en falsos protagonismos y en importancias imaginadas.
Por supuesto nadie llega lejos… excepto el que no pretende llegar lejos, sino simplemente servir. Por eso, Don Bosco fue “poderoso”, influyente hasta el extremo de ser consultado y “obedecido por Papas y Reyes”. Fabulador de sí mismo, pero nunca embustero, contundente en sus juicios, espléndido siempre, equivocado o atinado. Un auténtico figurón de la época, jamás “ejerció” su poder sino para los demás, para el bien de su país y de sus gentes.
Asiduo frecuentador de la calle y de la Iglesia, fue amigo de tirios y troyanos, masones y judíos, liberales y hasta valdenses, respetado por quienes, entre sí, eran enemigos políticos y supo, en todo momento, hacer de mediador, suscitar reuniones, ser heraldo de concordias.
Temperamento ardiente e inquieto, Don Bosco enseñó “política” a los políticos en las más difíciles circunstancias, no sin continuas crisis, asechanzas y hasta malinterpretaciones de los suyos.
Hemos tardado bastante en contar que junto a su vida de sacerdote celoso y notorio educador, Don Bosco fue “político” brioso y conseguidor, por su fresca manera de vivir. Y este gigante italiano de la bondad, la inteligencia, el buen humor, la fina ironía, el amor a todo y a todos, que lo mismo hacia cabriolas con los niños, que ensayaba la orquestina de sus muchachos o acudía, raudo, a una llamada del Papa o se entrevistaba con el Rey o tenía arrobos místicos o se planteaba los problemas más arduos de formación juvenil… este gigante de fortaleza física y alegría del alma, resumió así su vida: Yo no he aspirado a ser otra cosa que a ser un buen chico, un buen joven, un buen estudiante y un buen sacerdote”. Así de fácil. Pero qué difícil, ay.
0 comentarios