La tensión
Los católicos ucranianos pertenecen a una de las 24 iglesias orientales que siguen el rito bizantino y que han mantenido una suerte de eslavo arcaico en sus celebraciones –aunque no hace mucho han vivido una polémica reforma litúrgica–. El origen de esta comunidad hay que situarlo en los últimos años del primer milenio, primero como iglesia autónoma y desde 1596 en comunión con el Papa.
Las comunidades, dispersas por todo el país, han vivido situaciones muy duras a lo largo de su historia. Las consecuencias de las Guerras Mundiales o del sistema soviético llegan hasta nuestros días. Las persecuciones de sacerdotes fueron especialmente duras con los católicos, que resistieron en la clandestinidad.
En 1989, cuando se insinuaba la caída del comunismo, se produjo un restablecimiento de algunas parroquias greco-católicas ucranianas, ya que se les concedió el derecho de registrarse ante el gobierno y se les permitió otra vez funcionar con relativa normalidad. Aunque este restablecimiento no ha estado exento de dificultades, por ello fue muy importante la visita en 2001 del papa Juan Pablo II, quien beatificó a 27 mártires ucranianos.
La dispersión de esta iglesia minoritaria hace que sufra, además, la violencia y los enfrentamientos a los que están sometidas las regiones más orientales del país. Los territorios de frontera disputados entre Rusia y una debilitada Ucrania siguen con la misma inseguridad de los últimos tres años. Mientras, Europa parece estar fuera de juego y los Estados Unidos de Trump no disipan las sospechas de complicidad con Putin.
La declaración
Sin ninguna duda, un momento de crucial en las relaciones entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa Rusa, mayoritaria de las iglesias orientales, fue el encuentro entre el papa Francisco y el patriarca ortodoxo ruso, Kirill de Moscú, en el aeropuerto de La Habana (Cuba), el 12 de enero de 2016, previo a un viaje papal a México.
La euforia de este abrazo se vio un poco empañada por ciertos recelos y malestar de la comunidad católica ucraniana que ha sufrido repetidamente el abuso de las autoridades y la iglesia rusa. Sin embargo, la declaración firmada por ambos líderes religiosos incluía un punto explícito sobre la cuestión ucraniana:
26. Lamentamos el enfrentamiento en Ucrania que ya cobró muchas vidas, causó sufrimientos innumerables a los civiles, hundió la sociedad en una profunda crisis económica y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas las partes del conflicto a tener prudencia, mostrar la solidaridad social y trabajar activamente para el establecimiento de la paz. Instamos a nuestras Iglesias en Ucrania a trabajar para lograr la armonía social, abstenerse de participar en la confrontación y de apoyar el desarrollo del conflicto.
¿Solo palabras? La verdad es que las relaciones entre católicos e iglesia rusa se han seguido intensificando desde 2016.
La visita
34 años después, un Papa visitó a la comunidad católica de rito oriental de referencia para los ucranianos de Roma, la que se reúne en la Basílica de Santa Sofía de Via di Boccea. En su momento Juan Pablo II acudió a celebrar un funeral por el fundador de este templo en las afueras de la Ciudad Eterna, el cardenal Josyf Slipyk.
Ahora Francisco, aceptando la invitación Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kiev, ha visitado esta comunidad para mostrar el interés y la preocupación por la difícil situación de la minoría católica ucraniana, que sigue mirando con desconfianza las pretensiones rusas –y por extensión de la Iglesia ortodoxa rusa–.
Frente a la tentación del aislacionismo, Francisco aprovechó para reivindicar su eclesiología del encuentro. “La Iglesia es encuentro. Es el lugar donde sanar la soledad, donde vencer la tentación de aislarse y encerrarse, de donde sacar fuerzas para superar el doblegarse sobre sí mismo”. Algo que destacó también en los esfuerzos y desvelos de las mujeres ucranianas.
Este trasfondo es el que apoya la llamada de paz que Bergoglio ha hecho con todas sus fuerzas, una vez más: “Estoy aquí para decirles que estoy cerca de ustedes: cerca con el corazón, cerca con la oración, cerca cuando celebro la Eucaristía. Allí le pido al Príncipe de la Paz para que callen las armas. También le pido que ya no tengan necesidad de realizar sacrificios enormes para mantener a sus seres queridos. Rezo para que la esperanza nunca se extinga en los corazones de cada uno, sino para que se renueve el coraje de ir hacia adelante, de recomenzar siempre”.
Mensaje que el Papa reforzó con una anécdota personal al contar que en su habitación tiene un icono ucraniano muy significativo, la Virgen de la Ternura: “cada noche antes de ir a la cama beso a la Virgen de la Ternura y también a la mañana. Así se puede decir que inicio la mañana y la termino, en ucranio”.
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