La chispa
“La tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios ‘acontece’ en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia”, decía el papa Francisco durante su homilía en la pasada noche del sábado durante la Vigilia Pascual.
Esta fuerza de la Pascua y de la luz del Resucitado parece chocar ante situaciones difíciles como las que viven los cristianos sirios, los venezolanos, el obispo Aguirre en medio del polvorín de la República Centroafricana o los encarcelados con los que el Papa compartió el Jueves Santo… por citar solo algunas de las situaciones que han quedado retratadas en la página web de «Vida Nueva» durante los días de este Triduo Pascual.
Junto a estos valerosos testimonios de cómo la fuerza de la resurrección –hoy como ayer– sigue moviendo a cristianos de todo el mundo a extender el Reino de Dios frente a todo tipo de problemas y resistencias, internos y externos, hay uno que me ha llamado particularmente la atención en estos días: los textos que un grupo de estudiantes de un instituto público romano han hecho al Vía Crucis del Coliseo.
Quizá no sea casualidad la manera en la que Francisco, es su oración tras las 14 estaciones, pedía al Señor la virtud de la esperanza, que definió como “una chispa que se enciende en la oscuridad de nuestra desesperación, porque sabemos que tu única medida de amor es amarnos sin medida”. La sola presencia de esos jóvenes y su profunda mirada a las escenas evangélicas y a las realidades del mundo constituyen un auténtico reclamo de que la esperanza es posible, en un mundo que no deja de imaginas las mas insospechadas de las distopías.
Por mucho que los organizadores de evento no dejasen de ponernos en antecedentes al pedir benevolencia para estos textos elaborados en los años pasados por teólogos, eminencias o doctores, esta prevención se ha hecho innecesaria para muchos de los que hemos seguido esta oración con espíritu contemplativo y nos hemos dejado conmover y nos hemos visto reflejados en la relectura que los jóvenes han hecho de los textos de la Pasión.
La conexión
Rescato para este blog dos ejemplos de los muchos que me han impresionado en la lectura de los textos, primero, y en la escucha de las reflexiones en ese entorno del Coliseo romano, después, con una cruz portada por los propios jóvenes o algunas familias de esas que evidencian que la Pascua es esperanza cierta.
Greta Sandri, la joven que escribió la medicación de la undécima estación (“Jesús es clavado en la cruz”)ofrecía una reflexión sobre la sociedad de las comunicaciones que no esperaríamos de ninguno de los Padres de la Iglesia:
“Hoy, en el mundo de internet, estamos tan condicionados por todo lo que circula en la red que a veces dudo hasta de mis propias palabras. Pero tus palabras son distintas, son fuertes en tu debilidad. Tú nos perdonaste, no tuviste rencor, nos enseñaste a poner la otra mejilla y fuiste más allá, hasta el sacrificio total de tu propia vida.
Miro alrededor y veo ojos fijos en las pantallas del teléfono, entregados a las redes sociales para condenar cada error de los demás sin posibilidad de perdón.
Hombres que, dominados por la ira, se gritan con odio por los motivos más insignificantes. Miro tus heridas y soy consciente, ahora, de que yo no habría tenido tu fuerza. Pero estoy sentada aquí a tus pies, y me despojo yo también de toda duda, me levanto de la tierra para poder estar más cerca de ti, aunque solo sea por algunos centímetros”.
La dignidad
Otro ejemplo más. Sofia Russo comentó la octava estación (“Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén”)con un sentido femenino que rebasa toda discusión llevada a cabo con las estrecheces de miras de quien no es capaz de ver en toda la humanidad la dignidad de los Hijos de Dios.
“Ahora hablas con las mujeres de Jerusalén que te ven y lloran. También yo soy una de esas mujeres. Pero tú, Jesús, en tu amonestación usas palabras que me impresionan, son palabras concretas y directas; a primera vista, pueden parecer duras y severas porque son francas. De hecho, hoy estamos acostumbrados a un mundo de palabras ambiguas, una fría hipocresía oculta y filtra lo que realmente queremos decir; las advertencias se evitan cada vez más, se prefiere abandonar al otro a su propio destino, sin molestarse en exhortarlo por su propio bien.
En cambio tú, Jesús, hablas a las mujeres como un padre, también cuando las reprendes; tus palabras son palabras de verdad y llegan inmediatas con el único propósito de corregir, no de juzgar. Es un lenguaje diferente al nuestro, tú hablas siempre con humildad y llegas directamente al corazón.
En este encuentro, el último antes de la cruz, brota una vez más tu inmenso amor hacia los últimos y los marginados. De hecho, en aquel tiempo, las mujeres no eran consideradas dignas de ser interpeladas, mientras que tú, con tu amabilidad, eres verdaderamente revolucionario”.
Escuchando estos testimonios recupera uno la esperanza frente a todo desencanto, descubre la cotidianidad de la luz de la Pascua que ilumina hasta lo más recóndito de nuestras frágiles existencias. Así merece la pena que retomemos la pregunta que el papa Francisco hizo durante la misa del día de Resurrección: “Yo, hoy, en esta Pascua de 2018, ¿qué? Tú, ¿qué? Yo, ¿qué?”.
¡Feliz Pascua!
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