Seguramente, ya se te ha ocurrido la misma pregunta que me hice yo al comenzar escribir este artículo, sobre el significado de esta palabra y qué diferencia hay entre aceptar y resignarse. La vida, a veces, nos pone en situaciones en las que no sabemos por dónde tirar, qué hacer, en las que deseamos otras maneras de vivir, pero tenemos aquellas que no queremos.
Aceptar no significa pasividad, resignarse, renunciar a que las cosas cambien en el futuro, esto supone una actitud de receptividad y flexibilidad ante las circunstancias de la vida, no quedarnos pasivos, cruzados de brazos, cerrar nuestro futuro.
En lugar de luchar contra lo inevitable o tratar de evitar el malestar, se trata de aprender a convivir con él de manera serena y consciente, cultivando una actitud de compasión hacia uno mismo, de no menospreciarnos ni autocastigarnos por no ser capaces en ese momento de encontrar la salida y la solución a esa situación complicada o a ese conflicto. Supone tolerancia y respeto hacia la diversidad de opiniones, creencia y comportamientos de los demás creando un ambiente a nuestro alrededor de confianza y colaboración.
Ante las trampas y zancadillas que nos pone la vida y que nos sobrepasan, nuestras emociones responden de forma turbulenta, nos descolocan y nos ciegan, o nos bloquean, ante la realidad. Es importante en esos momentos aceptar nuestras emociones. Permitirnos sentir rabia, tristeza o frustración es el primer paso para procesar lo que vivimos tratándonos con autocompasión, con amabilidad en lugar de exigencia, es normal sentir eso y poco a poco lo iremos superando.
Decía al comienzo del artículo que debíamos aprender a aceptar lo que no podíamos cambiar. Hay situaciones que quedan fuera de nuestro control, que no dependen de nosotros. Aceptar lo que no podemos cambiar nos permite redirigir nuestra energía hacia lo que sí está en nuestras manos, como nuestro bienestar y nuestras acciones de cada día. Quizá no podamos cambia las cosas que nos pasan, pero sí la mirada sobre ellas. Centrarnos en las cosas que podemos controlar y enfocarnos en ellas. Aunque no podamos controlar todo lo que nos sucede, sí podemos decidir como responder. Casi todo en la vida con tiempo, apoyo y determinación es superable. Ya lo dijo Confucio hace más de dos mil años “Si tus problemas tienen solución, no te preocupes; si tus problemas no tienen solución, no te preocupes”.
Trasformar los momentos y las situaciones difíciles en oportunidades para aprender y crecer ese el reto.
Bueno, a mi particular modo de ver, está bien lo de aceptar aquello que no podemos cambiar, y en verdad no convendría consumir energía en vano. Está bien traído, sin duda… Claro, en realidad cada caso es único y, al concretarlo, llevaría su tratamiento idóneo. Por otra parte, hay palabras que se solapan y cuyo significado da para reflexiones diversas; aquí uno percibiría una cierta familia: aceptación, resignación, resiliencia, adaptación… De todas estas palabras se hacen lecturas diferentes, según el mensaje a lanzar.
Lo de “tolerancia y respeto hacia la diversidad de opiniones, creencias y comportamientos de los demás creando un ambiente a nuestro alrededor de confianza y colaboración” suena ciertamente muy bien: me sumo. Creo que choca con el compromiso promisorio de los exalumnos según el estatuto mundial vigente (aprobado por don Ángel en diciembre de 2015), pero yo (antiguo alumno) quería asentir y he optado por este comentario.