Es probable que a lo largo de los meses de agosto y septiembre hayas oído en alguna ocasión el nombre de Kylian Mbappé. Al parecer había un equipo de fútbol que quería contratarle, o algo así, no recuerdo muy bien cómo era la historia –leer en modo irónico–. Seas amante del fútbol o no, seguidor de un equipo u otro, la verdad es que la saturación a la que nos hemos enfrentado este final de verano ha sido excesiva. Pero esto no es más que la punta del iceberg de todo lo que nos está pasando.
Sobrecarga de información
En la era digital existe mucha información. Es tanta que no podemos más que asumir titulares o fotos, dejando a nuestra imaginación el resto del trabajo. Solo accedemos a aquello que nos agrada o va con nuestras ideas, llevando a una polarización que no deja espacio ni para el encuentro ni para el diálogo.
La búsqueda de la verdad en toda la información diaria que recibimos es un proceso complicado. La velocidad e inmediatez de las mismas hace que podamos caer en el Síndrome de la “fatiga informativa”.
Además, el acceso a la información no es sinónimo de acceso a la verdad. La información es flujo constante de datos, que nos bombardea según intereses o modas. Volvamos al ejemplo que ponía al principio, la información que hemos recibido sobre el fichaje del futbolista, ¿respondía a la realidad o a los deseos de quienes quería enviar el mensaje? Yo todavía tengo mis dudas. La búsqueda de la verdad requiere parar, pensar, reflexionar. Pero la velocidad con la que nos llega la información hoy hace que esto sea cada vez más complicado. Gracias a las Redes Sociales nos estamos convirtiendo en cazadores de información hasta el punto de caer en el Síndrome de “fatiga informativa”, intoxicados de información. Informatoxicados. Esto puede provocar que no nos demos cuenta de lo principal y de lo secundario. Antes de que seamos capaces de asumir la noticia de una catástrofe ya ha llegado otra para ocupar su espacio. Esto nos convierte en seres insensibles al dolor del otro, al sufrimiento global, y no hay tentación más grave para un cristiano. Nos movemos por modas informativas, un terremoto, un incendio, Afganistán, el volcán de La Palma… Es mucha la gente que ha tenido que dejar de leer prensa y ver noticias durante la pandemia porque se sentía totalmente abrumada.
Frente a la infotoxicidad y la hiperconexión es más que necesario ayudar a discernir sobre el uso de los medios, su lectura y tiempos de uso, sobre todo a los jóvenes. Ayudar a tener los ojos abiertos, a mirar más allá y no dejarse llevar por lo nuevo. Una clave para todo esto es la proporcionalidad en las respuestas, la capacidad y empeño para generar procesos de diálogo, pero, sobre todo, el perdón.
Fuente: Boletín Salesiano
Me parece una acertada reflexión, Javier: resulta ciertamente difícil llegar a la verdad de los asuntos… Se hace, o hacía, prometer a los antiguos alumnos (estatuto mundial aprobado por don Ángel hace seis años) la defensa «a toda costa» de la verdad, y yo veía en ello un alto riesgo, porque la desinformación hace que la verdad se nos escape y lo de «a toda costa» me sonaba totalitario, peligroso, arrogante.
Creo que todos debemos desarrollar el pensamiento crítico, que no va de criticar sino de saber lo crítico que resulta, en la persecución de la verdad, pensar con detenimiento, profundidad, duda, objetividad, apertura mental, autocuestonamiento… El pensador crítico no es inquisidor sino inquisitivo, no es dependiente, asintiente, crédulo, sino autónomo en el pensar; no es egocéntrico o sociocéntrico, sino abierto y flexible de mente; no se conforma con la información que le interesa, sino que consulta y contrasta toda la información disponible.
En fin Javier, que apuesto por el cultivo del pensamiento crítico bien entendido. Gracias por tu atención.