Este verano se han producido conflictos en el Reino Unido por parte de personas que se han manifestado frente a centros de acogida de extranjeros. No es un hecho aislado. En varios países de la Unión Europea algunos partidos de extrema derecha denuncian la inmigración como una causa de desestabilización y males. También en el nuestro se pretende crear un ambiente de miedo y crispación ante el fenómeno de la inmigración, exagerando los problemas y presentándolo como una amenaza a la convivencia. Estos últimos días se está subiendo el nivel de violencia dialéctica de la extrema derecha, que no duda ya en llamar a las armas.
Demos un paseo por la Biblia y veremos que el tema del inmigrante está muy presente en muchos de sus libros. No es residual. Vamos a ello.
Se puede decir, como introducción, que el inmigrante está reseñado en los diferentes libros como uno de los colectivos vulnerables, dentro de la ética del judaísmo, y más tarde veremos también algunos rasgos del Nuevo Testamento.
Los libros normativos por excelencia en el judaísmo son el Éxodo, el Levítico, y Deuteronomio. Es decir, aquí están las normas que han regulado la conducta de los hijos de Israel durante milenios. Son normativos, o sea, que cualquier judío está obligado a practicarlo. Son normativos para los cristianos, pero no en la misma medida, pues hay normas judías que ya desde los primeros cristianos dejaron de ser aplicadas.
Encontramos varios textos.
- Éx, 22, 21: “Al extranjero no lo maltratarás ni lo oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Esta idea se repite de nuevo en el capítulo siguiente: Ex 23, 9”.
- Levítico, 23, 22: «Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella ni espigaréis el sobrante de vuestra mies; los dejaréis para el pobre y para el forastero. Yo soy el Señor vuestro Dios.»
- Levítico 19:33: Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo maltrataréis.
- Deuteronomio 10:19: Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.
En estos textos se recuerda el carácter nómada y peregrino del pueblo de Israel, como motivo para sentir compasión de quienes son extranjeros.
El siguiente texto del Levítico es de una gran ternura:
- Levítico, 23, 22: “Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella ni espigaréis el sobrante de vuestra mies; los dejaréis para el pobre y para el forastero. Yo soy el Señor vuestro Dios”.
Pasamos a los profetas, quienes recuerdan al pueblo una y otra vez su compromiso de justicia, pues de la misma forma que Dios es compasivo, así también deben de ser el pueblo de Dios. - Zacarías, 7, 10: “No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni traméis el mal en vuestros corazones unos contra otros”.
- Jeremías, 22, 3: “Así dice el Señor: Practicad el derecho y la justicia, y librad al despojado de manos de su opresor. Tampoco maltratéis ni hagáis violencia al extranjero, al huérfano o a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar”.
- Malaquías, 3, 5: Y me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo veloz contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario, a la viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero y los que no me temen -dice el Señor de los ejércitos-. Para los profetas, maltratar al extranjero es un motivo de enfrentamiento a Dios:
- Sal 146, 9: “El Señor protege a los extranjeros, sostiene al huérfano y a la viuda, pero trastorna el camino de los impíos”. Sería muy largo enumerar todos los textos en los que aparece como importante para la relación con Dios la forma como se trata a las personas vulnerables.
Si pasamos al Nuevo Testamento, vemos que Jesús manifiesta una simpatía intencionada por los extranjeros. Y digo intencionada, porque en la parábola del buen samaritano, Jesús pone como ejemplo a alguien a quien ningún judío decente habría jamás invitado a comer en su casa. Los samaritanos eran renegados, herejes, extranjeros, y peor que eso. Y Jesús lo pone como el bueno de la historia, dejando mal precisamente al sacerdote y al levita. Tremendo. - Y, sobre todo, recordemos las palabras de Jesús en el juicio final: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber. Fui forastero y me acogisteis”. Mt 25, 35.
- San Pablo abunda en reflexiones, insistiendo que Cristo ha derribado el muro que separaba a judíos y gentiles, hombres y mujeres, y ha hecho de todos una misma familia. En conclusión, a todo ello, hay una constante en la Biblia: la ética judeocristiana considera muy importante la acogida del inmigrante. Es algo fundamental.
La Biblia no es un recetario de soluciones prácticas, sino una inspiración. No nos dicta las políticas que se han de seguir, ni las políticas de acogida, pero lo que sí está claro es que, desde el punto de vista cristiano, despreciar a los inmigrantes es ponerse en contra de Dios, pues Dios se identifica con ellos, y no hay nada más sagrado que la persona. No se entiende, pues, a aquellos que, considerándose cristianos, no dudan en despreciar a las personas que, jugándose la vida, llegan a nuestras fronteras huyendo de países donde hay guerra, algunas de ellas provocadas por los gobiernos occidentales.
No corresponde a los cristianos decir qué se ha de hacer, pero sin duda, está claro lo que no se ha de hacer: sembrar el rechazo y la sospecha contra los más vulnerables, con motivos políticos. Y mucho menos en nombre de la fe.
¡Muy bien!
Buenísima disertación. ¡Enhorabuena!