Últimamente tengo la sensación de que, al comienzo de curso, en vez de venir con las pilas cargadas, nuevos proyectos o ilusiones, la sensación es cada vez más de agobio, cansancio y cierto temor pensando en qué se nos vendrá encima este año.
En una sociedad deshumanizada, donde prima la inmediatez, con familias exigentes, alumnado cada vez más diverso, una burocracia infinita y muchas veces sin sentido y, sobre todo, un desgaste emocional generalizado que hace que me replantee en qué momento decidí meterme en esta rueda y si seré capaz de soportarlo.
Volver la vista atrás
Cuando llego a esta visión tremendista recuerdo mis inicios, cómo de casualidad entré en una casa salesiana y poco a poco me enganché a una manera de sentir, vivir la vida y sobre todo cómo sufrí una transformación profunda, una nueva manera de entender mi vocación, la utilidad que esta tenía y el impacto que podía llegar a tener en los demás.
En una casa salesiana no eres un trabajador sin más, es igual el ambiente al que pertenezcas, independientemente de tu rol a desempeñar, ante todo, somos educadores. Nuestra misión es mucho más que enseñar contenidos, organizar actividades de tiempo libre o ser simplemente unos cuidadores de hijos ajenos. Nosotros vamos más allá, acompañamos procesos, sembramos valores, generamos oportunidades, facilitamos herramientas para la vida, cultivamos la fe y arropamos incondicionalmente, en definitiva, transformamos vidas.
A veces nos dejamos llevar por la amargura y nos olvidamos del gran peso que tenemos en la sociedad. La educación es uno de los ejes fundamentales para la transformación, el avance y la esperanza.
Nosotros marcamos la diferencia no solo enseñando “lo obligatorio”, sino dejando huella. En nuestras casas, siempre hay alguien que escucha a nuestros jóvenes, que los mira sin prejuicios, que cree en ellos incluso cuando ellos mismos dudan. Aprenden el significado de la cercanía, la autenticidad, la empatía, disfrutan de espacios para relacionarse, desarrollan hábitos, normas y valores.
Siendo una educadora salesiana siento que formo parte de algo, que mi trabajo es útil. Me permite crecer personal y profesionalmente, pero sobre todo me permite ayudar, dejar mi granito de arena y ser parte de esa transformación tan urgente que necesita nuestra sociedad.
Y tú qué opinas, ¿te apuntas a un nuevo curso?
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