La experiencia profunda del Camino de Santiago

Aprendiendo a Vivir

7 octubre 2021

Abel Domínguez

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El Año Santo Xacobeo está siendo, para muchas personas de todo el mundo, una oportunidad de vivir una experiencia espiritual profunda. Peregrinar hacia Santiago de Compostela, por el camino que sea y en la forma que sea, ha sido, desde hace siglos, más que una actividad de ocio, un estilo de vida y una ocasión de tomar la propia vida en las manos y leerla a la luz de la fe.

Algunas personas, mientras peregrinan, llevan en sus mochilas el Nuevo Testamento. Antes de salir, han hecho una selección de textos y, ya en el Camino, a lo largo de cada etapa, meditan un fragmento que pueda iluminar su propia vida. Convierten así el Camino de Santiago en otro camino más profundo y espiritual en el que Jesús de Nazaret acompaña con sus palabras todo el recorrido. El peregrino que opta por hacer así el camino vuelve a tomar conciencia de que es un discípulo que camina detrás de Jesús y escucha a su maestro.

Volver a escuchar a Jesús

Volver a confrontarse con sus palabras, hace que el peregrino descubra la diferencia que hay entre su vida rutinaria llevada por la inercia y la vida de compromiso, libertad y sencillez que propone el Evangelio. Por eso, en algún momento del largo recorrido, hay quien busca, en alguna pequeña iglesia de algún pueblo, algún sacerdote con el que vivir el sacramento de la reconciliación. La experiencia de perdón, de liberación y de alegría de ese momento supone todo un empujón para continuar con el Camino: el de la vida, y el de tierra y asfalto.

El Camino de Santiago hace al caminante peregrinar por otro camino más profundo y espiritual que lleva a Jesús de Nazaret a través del Evangelio. En 2022 seguirá siendo Año Xacobeo.

No queda indiferente el peregrino ante la belleza de los amaneceres, el olor de los campos, el frescor de los bosques, la amplitud de las vistas desde los montes. Se queda atrapado por el colorido de las vidrieras de las catedrales, las esculturas de las fachadas y los frescos pintados en el interior de pequeñas ermitas de la Edad Media. ¡El mismo escenario desde hace siglos! Y ante eso, el peregrino, reza, alaba y bendice a Dios en oración humilde y agradecida.

En la meta, donde el peregrino dará sus últimos pasos, en la Catedral de Santiago, el peregrino podrá contemplar, escrita en piedra con una belleza espectacular, la Palabra de Dios hecha volumen en el Pórtico de la Gloria. Una meditación sobre todo aquello que Dios regala a cuantos se acercan a él en su vida. Porque, en definitiva, lo haya descubierto o no, toda la peregrinación, no era sino un andar hacia Él, hacia Jesús Resucitado, hacia el misterio del amor de Dios que recibe a cuantos, llenos de fe y esperanza, cruzan el umbral y abrazando al apóstol, musitan en sus labios el inicio de una oración tan milenaria como el Camino: Padre nuestro.

Fuente: Boletín Salesiano

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