Al migrar, muchas cosas cambian. Aunque el idioma sea el mismo, la cultura, el ritmo de vida e incluso el clima nos recuerdan que estamos lejos de casa. Pero, hay algo que permanece firme: la universalidad de la Iglesia católica, que se hace especialmente tangible en la Familia Salesiana. No importa cuán lejos estemos del lugar donde comenzamos; ser parte de esta gran familia nos hace sentir acompañados, acogidos y en casa, porque el carisma de Don Bosco habla un lenguaje que se entiende con el corazón en cualquier rincón del mundo.
En San Pedro Sula (Honduras) éramos parte de un pequeño grupo en formación para ser Salesianos Cooperadores. Nos reuníamos con alegría cada semana y compartíamos momentos de formación, oración y servicio. Una de las experiencias más hermosas era apoyar a las Hijas de María Auxiliadora en la misa dominical y en algunas actividades de su obra. Ese espíritu de colaboración y familia marcó profundamente nuestro caminar. No era solo pertenecer a un grupo; era sabernos parte de una misión común.
Nuestra experiencia
Ya en Pamplona, nos sorprendió lo fácil que fue volver a encontrar ese mismo espíritu. Después de una misa en el colegio salesiano, nos acercamos al sacerdote, quien nos puso en contacto con los Salesianos Cooperadores del centro local. Desde el principio, nos sentimos acogidos. No hubo distancia ni desconfianza, sino sonrisas, conversación sincera y apertura del corazón. Poco después, participamos en el congreso provincial, y ahí, en medio de personas que no conocíamos, volvimos a experimentar el mismo ambiente familiar salesiano.
Las similitudes entre comunidades separadas por un océano nos conmovieron y reconfortaron: las sonrisas, los abrazos, el cariño, y ese gusto por compartir una comida o una conversación. Uno de los momentos más emotivos fue el día de nuestras promesas, cuando hermanos de varias partes de la región viajaron para acompañarnos. Ese gesto, sencillo pero profundo, nos recordó que en la familia salesiana no hay forasteros.
Hoy damos gracias por haber sido parte de una comunidad tan viva y entregada en San Pedro Sula, y por haber sido recibidos con el mismo espíritu en Pamplona. Migrar es comenzar de nuevo en muchas cosas, pero hay algo que no cambia, algo que trasciende países y acentos: el carisma de Don Bosco habla un lenguaje que se entiende con el corazón en cualquier rincón del mundo.
0 comentarios