Comenzamos un nuevo curso, un nuevo curso lleno de esperanza y de buenos propósitos, un nuevo curso lleno de ilusión y sueños. Ojalá que aquello que deseamos conseguir y lo que pretendamos cambiar en nuestra vida se haga realidad.
Mi reflexión hoy va encaminada a lo importante que es cuidar la familia, ese núcleo donde se forjan nuestros valores y nos formamos como personas. Que importante el cariño de una familia, que importante hablar en familia y dedicarse tiempo unos a otros.
Dialogar sin prisas, con calma, con sinceridad es algo más que el simple intercambio de opiniones sobre los más variados temas, preocuparse por las inquietudes y preocupaciones unos de otros.
Para conversar como padres hemos de llenarnos de comprensión y aceptación, sin prejuicios, con sencillez, tratando de llegar con respeto y amor al fondo de las inquietudes de nuestros hijos. Esto supone tiempo y disponibilidad, pero merece la pena, pues la recompensa será grande. Ya nos decía Don Bosco: “no basta con amarlos es necesario que se den cuenta”.
Los jóvenes quieren que contemos con ellos en la toma de decisiones, que los dejemos opinar, que los escuchemos. Es cierto que nos preocupan las amistades y compañías, los estudios, la dificultad de aprendizaje en muchos casos…. Su futuro, aunque a mí personalmente me parece muy difícil hay que orientarlos, aconsejarlos y ayudarlos, pero también dejarlos que sean ellos, y que se equivoquen pues de los errores se aprende. Que sepamos preguntarles para obtener las respuestas que necesitamos saber. Cuando llegan a la adolescencia demandan más entendimiento por nuestra parte en temas personales.
Aunque no lo creáis esto lo estoy escribiendo para mí, el dialogo con los hijos debe ser sereno, abierto, sincero y siempre con mansedumbre y desde el cariño. “Se consigue más con una gota de miel que con un barril de vinagre” nos decía aquel que un día soñó con nosotros.
Recemos para que seamos unos padres dialogadores, que sepamos discernir cuando nuestros hijos necesitan ayuda, que no lo hagamos con carácter autoritario, que nuestros diálogos sean racionales, reflexivos, espontáneos, naturales y llenos de calor humano.
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