Después hay que hablar de la Pastoral (de Jesús, Buen Pastor), de qué es evangelizar… Y aquí el asunto ya no es tan fácil, cuando las personas también son desconocedoras del tema. Supone explicar bien algunos conceptos, utilizar palabras comprensibles, y no dar nada por supuesto (además de observar las miradas, los rostros y las reacciones). Y después, preguntas y comentarios, con libertad y confianza. Hay personas a las que les cuesta explicar según qué en público, delante del grupo, y acuden después a comentar o a preguntar algo en privado.
Y en una de esas ocasiones, me encuentro con estas palabras, o parecidas, de una de estas personas: “Ya sabes que yo no soy creyente, aunque tampoco soy ‘anti’; pero me interesa la lectura del Evangelio que hacéis los salesianos (estar por los jóvenes, por las personas sencillas, por las que están más al margen), y ‘me apunto’ a esa idea”. Es como decir que nos encontramos allí, en ese objetivo compartido de estar por un tipo de jóvenes y de personas sencillas, por su educación y su liberación, aunque no todos lo hagamos desde la fe en Jesús.
Su comentario me hizo pensar en varias cosas:
Primero, que hay personas que se consideran no creyentes (no han optado por el seguimiento explícito de Jesús), pero que son sensibles a la realidad creyente. Y que, si desde esa sensibilidad captan en nuestro ambiente una manera salesiana de leer el Evangelio, es que algo estamos haciendo bien.
Segundo, que en ese “hacer algo bien” incluyo el estar presentes en los ambientes educativos de forma constante, implicada y transmitiendo, con la vida, un estilo característico que llama la atención a quien se acerca por primera vez. Con la vida, por ósmosis, más que a través de grandes discursos.
Tercero, que de acuerdo en que no hagamos grandes discursos, pero está bien que, de vez cuando, expresemos lo que nos mueve: el amor de Dios a los jóvenes, el amor a Dios en los jóvenes, el seguimiento de Jesús, el descubrimiento y la construcción de su Reino… En el fondo, el “tesoro de la pedagogía de Don Bosco”, su razón para amar a los jóvenes y su manera de hacerlo.
Cuarto, que ese expresar de manera explícita lo que nos mueve hace bien a las personas de nuestros equipos educativos, tanto a las que se manifiestan creyentes como a las que no.
Y quinto, que nadie duda de que, de esta manera, estamos evangelizando.
Y aquí me viene a la mente la frase, atribuida a S. Francisco de Asís: “¡Ten cuidado con tu vida, quizás sea el único evangelio que muchas personas vayan a leer!” Idea que Benedicto XVI expresó, no ya como exhortación, sino como convicción: “En la mayoría de los casos somos el único Evangelio que leen todavía los hombres de hoy”.
En muchos casos, educadores y educadoras creyentes, somos el primer Evangelio que leen algunas personas de nuestros equipos. Sigamos ahí, con alegría y coherencia, para que lo que “lean” les resulte significativo.
Molt bonic i profund!!