La ocurrencia de la justicia social

11 septiembre 2023

“El reto va entonces mucho más allá. Se trata de preparar una generación capaz de construir un orden social más humano para todos. La dimensión social de la caridad se presenta, pues, como manifestación de una fe creíble”. (23 Capítulo General Salesiano, nº 204)

En los últimos meses se han escuchado declaraciones de políticos, de aquí y de más allá del Atlántico, denigrando la justicia social, como una “ocurrencia de la izquierda”, o un rasgo de perroflautas desocupados.

Nunca creí que estos portavoces del neoliberalismo salvaje lo dijeran tan claro y rotundo sin que nadie reaccione, pero lo cierto es que estos mensajes cosechan un cierto éxito, no entre las élites a las que sirven, sino entre las potenciales víctimas de esta doctrina económica, cuyo mensaje es el “Sálvese quien pueda”, es decir, sálvese quien tiene los medios para ello.

Lo novedoso no son los mensajes, sino la crudeza con que se pronuncian. Porque los políticos de todos los tiempos se han aprovechado en líneas generales de sus subordinados, pero jamás lo han dicho tan descaradamente. Y nunca han sido tan bien acogidos estos mensajes, que, si son bien comprendidos, constituyen una amenaza tremenda para quienes no pertenecen a la minoría que puede disponer de un bote para salvarse del naufragio. Es una clase de masoquismo electoral que desconcierta.

Frente a esto, la civilización judeocristiana tiene unas cuantas ideas-fuerza que han sostenido lo que llamamos justicia social.

En primer lugar, la idea de igualdad. En la Biblia hay una llamada constante a la fraternidad y a la superación de las desigualdades. En otro artículo mío hacía referencia a esto. Hay una preocupación para que “No haya pobres entre vosotros”.

En segundo lugar, el concepto de dignidad humana. El ser humano es imagen de Dios, lo que le da un estatus superior al de cualquier otro ser creado sobre la faz de la tierra.

En tercer lugar, la referencia continua a una ética que emana de Dios mismo, y en la que se insiste en el respeto a los semejantes.

Es cierto que estos principios han sido frecuentemente pisoteados, pero el poder ha tenido siempre el pudor de esconder estas violaciones bajo razones superiores como la razón de Estado, la Seguridad, la Paz, etc. Porque se sabía que todos, incluso el soberano, estaban bajo el imperio de una ley superior, a la que todos deben acatar.

Quien renuncia sin ningún complejo a la “justicia social” está diciendo que su idea de sociedad está basada en la ley del más fuerte. Ni más ni menos. Que no hay ninguna ley, ninguna ética, sino la preponderancia de quien tiene más poder. Este poder se manifiesta en los medios que se controla, las empresas que se posee, la gente a la que se puede comprar, los bancos a los que se dan consignas.

Desde esta perspectiva, los Derechos humanos pasan a ser privilegio de aquellos que pueden pagarlos.

Pongamos el ejemplo de nuestro sistema sanitario. Está basado en principios de justicia social, pues, según el artículo 43 de nuestra Carta magna, “Se reconoce el derecho a la protección de la salud”. Esto no es un asunto privado, como en Estados Unidos, sino un “derecho” reconocido por la Constitución. Es un principio basado en la justicia social, donde todos, independientemente de sus orígenes y recursos, deben ser atendidos. La alternativa neoliberal, vigente en los Estados Unidos, que algunos presentan bajo la bandera de la libertad, supone en la práctica la ruina de miles de familias cada año, que no pueden pagar los gastos médicos, aun teniendo seguro sanitario. En el caso de la vivienda, renunciar a la justicia social supone dejar las manos libres a especuladores de toda procedencia, que ven en la vivienda una oportunidad de mercado, lo cual hace que una buena parte de los recursos de las familias vayan destinados a sufragar la vivienda, a pesar de que el artículo 47 de la Constitución española proclama lo contrario.

Lo trágico de esta situación es que aquellos que votaron a estos paladines de la ley de la selva, cuando llegue el momento de pagar una factura médica, o el alquiler por las nubes, o los precios exorbitados de los carburantes, acusarán a los inmigrantes, a los extranjeros, o a los otros partidos políticos del resultado de su mala elección.

Frente a esta ofensiva del neoliberalismo feroz, es oportuno recordar nuestra tarea de educar en el compromiso social, como nos lo recuerdan a los salesianos nuestros documentos de diferentes capítulos Generales. Es cuestión de credibilidad, como dice la cita al inicio de este artículo.

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