LA OREJA DE CURRO ROMERO

De andar y pensar   |   Paco de Coro

29 marzo 2023

Amigo Javier:

Conocí a Curro Romero “en carne mortal” en la plaza de toros de Ciudad Real, la tarde del 15 de agosto de 1962.

Y no desde lejos. Ni mucho menos. En el mismísimo ruedo.

En este amontonadero de tiempo de mi vida, esa tarde ocurrió un suceso interesante e imprevisto. También absurdo, o prodigioso, o meramente rutinario, cualquier atributo le viene bien y a la medida. En pocas palabras, lo que pasó es que conocí al diestro taurino de verdad en el mismo ruedo. Y obsequiado con “una oreja” por él mismo.

El presidente de la Diputación, el gobernador civil y el director de Salesianos Ciudad Real contemplan desde la barrera. Y se quedan a dos velas.

– ¡Que baje el padre!

– ¡Que baje el padre!

– ¡Don Francisco, don Francisco! ¡Que baje!

Y me cogen en volandas los Mejías, los Llorente, los Carballo, para recibir a dos manos el obsequio de “una oreja”, con una especie de unción, como si se tratase de un objeto sagrado o algo así, y con ese pasaje ceremonioso se iniciaba para mí una tarde inolvidable.

– ¡Que vivan los chicos de los salesianos!

– ¡Que viva el torero de los toreros!

Allí estaba Demetrio Cañizares, Donoso, “El madrileño”, “El Visi”, Antonio Benito San Pablo, Sacramento, Villaseñor, Urbano, Muñoz, Vicarios, Valientes, Galbanes.

Ahora que lo pienso, en mi vida, como en tantas vidas, ha pasado un poco de todo, quiero decir que he cultivado casi todos los géneros y subgéneros literarios y en general artísticos, la comedia, el drama, la farsa, el esperpento, la novela de acción y de suspense, la novela psicológica, la policiaca, a su manera la erótica, la realista, la didáctica, el folletín, el sainete, y qué sé yo cuántas más, que ya van saliendo al hilo de los hechos en este blog: “De andar y pensar”, y entonces en la tarde de la Asunción, la Virgen del Prado en Ciudad Real, se ve convertida de repente en un momentazo taurino y sentimental. Un paradójico momentazo taurino y sentimental.

Tímido, aturdido y mendicante tomo la oreja y cumplidos los abrazos y parabienes, no sé como me encuentro hablando con banderilleros, subalternos y toreros. Y entonces ocurrió. Sonó la banda de música de Salesianos Ciudad Real y apareció Curro Romero, o más bien surgió de la nada creada por la luz de La Mancha, y por el amplio espacio iluminado fue avanzado hacia nosotros, hacia las sombras donde los tres: Joaquín Carballo, José María Llorente y Juan José Mejías nos habíamos quedado de repente callados e inmóviles, los rostros vueltos hacia la aparición con el gesto de maravillado estupor de las criaturas terrenales ante un prodigio celestial.

Curro Romero, el maestro que desdeña la chicuelina y otros lances y que se instalaba “en el quite a la verónica después del puyazo” no sólo nos regaló “la oreja”, sino un sobre con tres mil pesetas “para merendar”.

– Enhorabuena, padre –dijo.

– Bravvvo por la banda de música.

– Bravvvo por la escuela-hogar de los “alesianos”.

– Germán, maestro… España cañí… toquen España cañí… porfa.

Entonces comprendí de golpe muchas cosas. Con solo 21 años, y en mi primer año de “maestrillo”, recién terminado el “Magisterio” en Guadalajara. De golpe me sentí lleno de fe y rebosante de mí mismo, fuerte, orgulloso, dueño y señor de mi futuro. Unas palabras, solo unas palabras (tal es el poder de las palabras), habían bastado para obrar el milagro. Palabras sencillas y poderosas como las de los cuentos infantiles o los conjuros mágicos de las brujas o de las hadas, o las de los poetas o las de los sacerdotes.

Como un auténtico pase de pecho me acompañan por las calles de Ciudad Real, siempre los Carballos, los Mejías, los Llorente, los Cañizares, los Contreras, los Esteban de Granatula, los Galván de Valdepeñas, los Donoso de Puertollano, los mil Pacos…

Huellas de eternidad se encienden en la frente del sentidor.

Lo eterno “será volver a ser, volver a ser un día, el día de los días, volver a ser un día” (José Luis Rey) en el interior de la almendra taurina.

¿Por caminos de leyenda?

¿Por caminos de historia?

¿Por caminos de literatura?

Por caminos de religión.

Amigo Javier, no se puede entender la fiesta de los toros sin hundir el pensamiento en sus raíces religiosas. Caldea y Asiria, Nitani y Egipto, Creta y Babilonia.

En mi juventud –allí en La Mancha– tenía yo un millón de certezas y solo un puñado de dudas. Ahora tengo un millón de dudas y solo un puñado de certezas. Entre ellas permanece mi fe en el poema, expresión de la belleza por medio de la palabra, cauce del pensamiento profundo, como ese verso de San Juan: “Y la Palabra se hizo Carne” (Jn 1, 14), bajo el equipaje de una verdad teológica inmensa. Total.

Bien.

El toro, pues, fue a veces la víctima propiciatoria que se sacrificaba a la divinidad para que los esposos tuvieran la gracia de la descendencia. El animal de la fuerza y del poder, el bóvido genesíaco por excelencia, era cazado por el novio, machacados sus testículos sobre la piedra del altar y bebido el brebaje para asegurarse de que la novia engendraría.

Otras veces el toro se convertía en divinidad en sí misma y, entonces, la mujer en el altar egipcio rozaba su vientre con la testuz para que la procreación no fallara. Creta y Egipto. Caldea y Babilonia.

Y España.

En una cantiga, Alfonso X el Sabio revela el papel del toro en las bodas cristianas de la Edad Media española, la “corrida nupcial”. Y Fernando el Católico, cuando descansó en paz del furor de Isabel, quiso tener hijos con Germana de Foix y bebió los genitales triturados del toro sacrificado.

Y así y así, como un auténtico pase de pecho, de pitón a rabo.

¡Por caminos de religión!

Por caminos de religión y tradición íbamos entendiendo la fiesta de los toros, la fiesta de nuestras Vírgenes y patronos. Lo mismo en Fernán Caballero que en Almagro. Lo mismo en Puertollano que en Miguelturra. Lo mismo en Argamasilla que en Valdepeñas.

Cae sobre nuestra banda de música de Salesianos Ciudad Real como cae sobre la ciudad la lluvia morada de “la corrida” mientras, la luna derrama su plomo pálido y Santa María del Prado va entrando ya de vuelta en su catedral. Se escucha entonces el silencio sonoro de la nada inmensa. Dentro también del “tiempo taurino”, la Virgen en su Asunción, la Amada en el Amado transformada, Juan de la Cruz al frente, el ventalle de cedros se recrea en el son de lo eterno. Todavía florecerá y un año y otro y otro la visión del Ser, la visión de cada chiquillo del “Hospicio de San Francisco”, de la mano de los “alesianos” y en la mano “la oreja de Curro”, Sastre derrotado y Rimbaud en pie, igual que el deseo en el gozo o la miseria en la carne.

Se ensancha la fiesta de San Agustín en Fernán Caballero con las sueltas de vaquillas por las calles y corridas de cartel, mientras el santo recorre en carroza su pueblo. Casi brillos, casi gritos, casi eléctricos relámpagos, los pequeños músicos de los “alesianos” son piedra y arena, son agua y sal. Profundo y serio, como siempre, El Juli, afirma: “El éxito es efímero. No recuerdo que se hable de Manolete porque cortara no sé cuántas orejas y rabos. Al final lo que queda es el poso.

En busca del poso, nos presentábamos en Almagro el 5 de agosto, festividad de la patrona, la Virgen de las Nieves: en Miguelturra, el 8 de septiembre, la Virgen de la Estrella o en Puertollano, el 8 de septiembre, la Virgen de Gracia, donde el Tiempo y el Espacio se fundían y desvanecían. Aquí disparábamos entonces la última flecha que quedaba en nuestro carcaj. Se deshacían los días fiesteros en el nuevo curso académico, y todos nosotros, y nuestra “banda de música” en el interior de las fiestas de la vendimia en Valdepeñas.

Allí sonaba el tiempo.

Allí donde suena el tiempo, el Ser y la Nada convergen.

Gota a gota se fue vaciando la clepsidra del Salesianos Ciudad Real sin movimiento. ¿Qué importa que las rosas solo sean ya el tiempo que tiembla? ¿Qué importa que los muchachos el “Hospicio” disfrutaran al máximo el presente? (Si algo enseña el toro es que en cualquier momento se puede fundir en negro). ¿Qué importa que a muchos de nosotros “nos guste más arrear a los toros que torearlos” o “recoger los toros devueltos”?

En el interior de mi almendra taurina destaca como faro de costa “la oreja de Curro Romero”, convertida en el corazón que siente La Mancha. Bastó un brindis para que toro, torero y chicos de “los alesianos”, quedaran juntos para siempre, entre el zureo de las palomas de la calle Alarcos, y el gorjeo de los gorriones de la “Casa del Avemaría”, hoy Museo Villaseñor, heridos por la sangre blanca.

P.S. Ni que decir tiene que “la oreja de Curro Romero” me llenó de lamparones de grasa la sotana de las fiestas, antes de depositarla en el altar de la Virgen del Prado. Tampoco conviene olvidar que las pesetas nos proporcionaron espléndidos bocatas de chorizo cular de Salamanca. A gloria del Maestro Romero. Amén.

2 Comentarios

  1. Samuel Segura Valero

    Oye Paco, preciosa evocación… no sabía yo de dónde venía lo de las «corridas»… siempre se aprende algo, nulla dies sinne linea.

    Responder
  2. Samuel

    Oye Paco, preciosa evocación… no sabía yo de dónde venía lo de las «corridas»… siempre se aprende algo, nulla dies sinne linea.

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