El año se inicia siempre con buenos propósitos y también con buenos deseos. Los primeros minutos del año, cuando todo va bien, se llenan de besos y abrazos, de risas, mensajes y llamadas. El optimismo, el cariño y la alegría nos invaden y deseamos de corazón que este ambiente dure el resto del año.
La fiesta, la resaca y el sueño también son compañeros del primer día del año y puede que durante toda nuestra vida haya pasado desapercibido un mensaje precioso unido a ese primer día. Por eso, te invito a que retrocedas y busques un texto que se lee cada uno de enero en la primera misa del año. En él podemos encontrar lo mejor para el nuevo año.
Por lo cotidiano del día
Si en el nuevo testamento podemos escuchar a Jesús enseñando a rezar a sus discípulos con la oración del Padre nuestro, en el antiguo testamento, concretamente en el libro de los Números, capítulo 6, escuchamos al Padre enseñando cómo bendecir.
Ese breve fragmento contiene las palabras que nos pueden ayudar a desear, pedir y ofrecer lo que necesitamos en una vida profunda, una vida que no quiere vivir al margen de Dios, una vida que lo busca y que lo quiere experimentar en la vida diaria.
Bendecir no consiste en recitar unas palabras sobre unos objetos o unas personas como si fuera una fórmula mágica, sino que es ponerse ante Dios y pedir que su presencia acompañe los momentos más cotidianos del día: al levantarnos, al ir a comer, al conducir el coche, al inaugurar una casa en la que va a vivir una familia, etcétera.
Usando la bendición que nos regala la Palabra de Dios en el primer día del año pedimos que Dios proteja esa relación de comunión que tenemos con él, para que el día a día no la destruya. Deseamos que el encuentro diario con Él, cara a cara en la oración, nos llene de su favor en forma de perdón, de su ternura, de la belleza de su amor. Y mostramos nuestra confianza en que Él mismo nos llenará de paz.
Todo aquello que deseamos, todo aquello que pedimos, todo aquello en lo que confiamos, está expresado en esta bendición. Usémosla en nuestra vida diaria, todos los días del año. Usémosla para desear que nuestros seres queridos reciban todo lo que Dios nos quiere regalar: su presencia y cercanía.
El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti,
y te conceda su favor.
El Señor te muestre su rostro
y te conceda la paz.
(Números 6, 24-26)
Fuente: Boletín Salesiano
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