Los 10.000 pasos

Aprendiendo a Vivir

30 abril 2025

@jotalllorente

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¿No andas 10.000 pasos al día? ¿No te controlas con tu reloj inteligente o tu teléfono móvil? Pues quizá te hayas dado cuenta realmente de lo importante… en el artículo te lo contamos.

La teoría de los 10.000 pasos se ha popularizado mucho en los últimos años –convirtiéndose casi en una nueva leyenda urbana– especialmente con la llegada de dispositivos tecnológicos como relojes inteligentes y teléfonos móviles que nos permiten medir nuestra actividad física de manera constante. Este objetivo, que inicialmente surgió como una estrategia para fomentar la actividad física diaria, ha sido adoptado como rutina –en la que yo también he caído– creyéndonos que alcanzarlo es sinónimo de estar en forma y tener buena salud. Sin embargo, es necesario cuestionarnos si los pasos realmente representan un bienestar físico, o si lo que nos pasa es que estamos cayendo en una trampa de medición excesiva que nos aleja de disfrutar la actividad física por lo que realmente es.

¿Caminar como castigo?

La teoría de los 10.000 pasos se basa en la idea de que caminar esa cantidad de pasos al día puede mejorar la salud cardiovascular, ayudar a perder peso y aumentar la energía. Pero esta cifra no tiene un respaldo científico sólido que indique que sea el número mágico para la salud ya que depende de que la actividad sea continua, de si salimos al aire libre… La cifra de 10.000 pasos se originó en Japón en 1960 como parte de una campaña publicitaria para un podómetro, y aunque algunas investigaciones sugieren que caminar entre 7.000 y 10.000 pasos al día tiene beneficios, esto no significa que sea necesario alcanzar esa cantidad todos los días.

Con la omnipresencia de la tecnología en nuestra vida nos hemos obsesionado con cumplir esta meta numérica. Muchas personas, con la ayuda de aplicaciones y dispositivos, sienten la presión de llegar a los 10.000 pasos diarios. Esto ha llevado incluso a situaciones curiosas, como personas que, al final del día, se ponen a caminar en círculos por el pasillo de su casa solo para cumplir con los pasos restantes. Aunque esto puede parecer inofensivo, refleja una tendencia peligrosa: estamos sustituyendo la experiencia auténtica de hacer ejercicio por una obsesión con los números.

La actividad física debería ser una experiencia personal, algo que nos permita desconectar de las preocupaciones cotidianas, disfrutar del entorno y, por qué no, tener un momento de reflexión o incluso de oración. No deberíamos ver el ejercicio como una tarea impuesta por una aplicación, sino como una oportunidad para nuestro bienestar físico, mental y emocional. Y si un día no alcanzamos los 10.000 pasos, no pasa nada. Lo importante es que el ejercicio sea placentero y beneficioso, no que cumplamos con una cifra arbitraria. Un día de 8.000 pasos está bien, y otro de 15.000 puede ser una buena oportunidad para disfrutar de un paseo más largo.

Deberíamos centrarnos más en cómo nos hace sentir el ejercicio. La verdadera clave está en disfrutar del movimiento, en hacerlo parte de nuestra vida cotidiana de manera natural, y no en convertirlo en una carrera por números. De este modo, la actividad física será mucho más que un simple conteo de pasos, y se transformará en una práctica que realmente contribuya a nuestra salud integral.

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