Tarde de julio y aquí estoy. Sentada en un banco del parque a la sombra, sintiendo una brisa suave en la cara. Cierro los ojos… ¿Puede haber un momento mejor en la vida? Sí. El de toda la chiquillería que me rodea, corriendo, saltando y gritando a mi alrededor sin importarles si hay sol, sombra o tormenta.
¿Os acordáis de esos veranos de nuestra infancia? Julio, agosto… Los días eran eternos y los pasábamos por ahí, sin ton ni son. Hacíamos lo que queríamos. A nuestro aire. En la playa, el monte o la calle o la casa de nuestros amigos. Sin más preocupación que disfrutar, jugar, explorar… Vivir, al fin y al cabo. Esos días de verano. Ese tiempo infinito… y libre.
Pero, ¿esta es la realidad de los niños y niñas de hoy en día? ¿Cómo son sus veranos? ¿Dos meses libres? ¿Desocupados? ¿Sueltos de acá para allá autogestionando su tiempo y sus ocurrencias? Me temo que no. Porque los mayores estamos muy ocupados y no podemos ofrecérselo. Unas colonias urbanas por aquí, un campus deportivo por allá, un campamento; y a ser posible en inglés… Para llenar su tiempo, para mantenerlos entretenidos mientras trabajamos… Y así no se aburren, decimos, y además aprenden.
Niñez y verano
Y es verdad. Aunque no nos despistemos. En la infancia se necesita correr y desfogarse; vivir momentos sin organizar por los mayores y relacionarse con otros niños mayores y pequeños y aprender a desenvolverse por su cuenta; aburrirse y así hacer que la imaginación y la creatividad se despierten. Vivir mil pequeñas aventuras. Arriesgarse, gritar, enfadarse y desenfadarse sin la mirada perpetua de los adultos en el cogote.
Igual tenemos la suerte de poder ofrecérselo en estos meses de vacaciones, pero pronto, a la vuelta de la esquina, volverá septiembre y organizaremos su agenda.
Todos los seres humanos necesitamos tiempo libre, pero ellos más. Libre es libre. Sin ocupaciones ni obligaciones. Sin tiempo libre (“no organizado”), nuestra salud mental se resiente: estrés, apatía, nerviosismo, agotamiento… Y ellos más.
Aún estamos en verano y tenemos tiempo de pensar: Durante el curso, ¿cuántos tiempos “libres-libres” tendrán nuestros hijos e hijas? ¿Cuántas actividades extraescolares y culturales les organizaremos? Cuando jueguen, ¿dónde jugarán? ¿En el parque con todos los padres y abuelos del universo controlando? ¿Y los que son más mayorcitos que ya no pueden estar en el parque? ¿Dónde podrán correr, trepar, explorar, probar?
Sé que la cosa a veces no es sencilla. Igual nos parece inevitable; sin embargo, no podemos autoengañarnos y acabar pensando que lo mejor para nuestros chicos y chicas es que tengan ocupado cada minuto de su tiempo. ¡Arañadles momentos de libertad, de movimiento, de alegría y de aburrimiento! De ser niños. Su salud mental y su socialización están en juego. Regalémosles tiempos muertos para que los llenen de vida.
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