Todo el mundo conoce el mito de Narciso, aquel apuesto joven que se enamoró de su imagen reflejada en las aguas límpidas de un estanque.
Los mitos tienen mucha miga, pues, por encima de detalles, nos hablan de nosotros mismos, de nuestra condición humana, que, a pesar de los cambios de decorado que las sucesivas épocas de la historia han impuesto, somos lo mismo, aunque no seamos los mismos. Por eso la tragedia griega, las obras de Shakespeare o de Cervantes, siempre son de actualidad, (aunque cada vez menos, por el escaso interés que suscita la lectura) porque nos hablan de pasiones, de defectos, de miserias y grandezas en las que todos nos podemos reflejar.
Así, Narciso es el mito del enamorado de sí mismo; del personaje autorreferente. No necesita de nadie, pues él mismo es el objeto de su amor. Bien pensado, esta sociedad es un buen muestrario de gente así. De Narcisos.
Narciso es feliz consigo mismo. Hace unos días oí que una joven actriz proclamaba que ella se declaraba “Autopareja”, es decir, era la pareja de sí misma. (No, no es broma… lo trágico es que esto hace unos años habría hecho desencajarse de risa a cualquiera. Ahora se toma en serio, y se considera lo último en sutilezas mentales).
Hay narcisos que sólo se escuchan a sí mismos, y se gustan mucho, pues repiten continuamente sus ocurrencias, sin tomarse un respiro para escuchar a quien tiene enfrente.
Narciso no se cree obligado a mirar la realidad, por si acaso le estropea sus ideas, faltaría más. Él se contenta con su visión miope. Le gusta todo lo que hace, por lo que deja la autocrítica para el resto de los miserables mortales que pueblan los niveles inferiores. Por eso suele decir la frase “No me arrepiento de nada”, lo que constituye una de las características que permiten su rápida identificación. Es decir, proclama que todo le ha salido bien en la vida, o en cualquier caso, todos deben aplaudir a rabiar, puesto que sus actos, sean los que sean, tienen el halo divino de una categoría especial a la que solo él pertenece.
Sus opiniones están bien fundadas, pues es Narciso quien las emite. Y, ya se sabe, referido a la regla de oro número 1, Narciso nunca se equivoca, con lo que es superfluo documentarse.
Uno de los sectores en los que Narciso prospera es en el arte. “Todo es arte” es la frase talismán, para proclamar que cualquier pelagatos queda encumbrado por efecto de la palabra, a los niveles de cualquier artista del renacimiento. Como las normas sociales que han determinado el arte a lo largo de los siglos han estado influenciadas por una cultura despótica e inhumana, los promotores de la nueva Civilización Narcisista proclaman la liberación de toda norma estética, y declaran artístico todo lo que una persona produce, sin ser sometido a la tiranía despótica de lo que antes se llamaba buen gusto.
Así, pues, todo es arte: El garabato realizado mientras se escucha aburrido una conferencia insulsa; las rayas en la arena, la mancha del boli que te arruina – o embellece, según los nuevos parámetros, la camisa, las peladuras de patatas, el escupitajo en el lavabo, cualquier deyección queda sublimada a la categoría estética superior por el hecho de haber sido producida por criatura tan divina como UNO MISMO.
Y solamente los reaccionarios miopes son incapaces de comprender tanta sutileza intelectual, preludio de una liberación cósmica, en la que no habrá más normas que las que uno dicte a sí mismo.
El Narciso espera siempre el aplauso cerrado ante cualquier ocurrencia suya, y no soporta la contradicción.
El problema es cuando se ponen varios Narcisos juntos. Es fácil imaginar que la convivencia no será fácil, porque nuestro Narciso no sabe ceder, ¿Cómo va a rebajarse de su augusta nube? Y cuando los narcisos son miles, el problema aumenta cual tumor canceroso en plena metástasis.
Porque los Narcisos son tiranos que no admiten críticas, ni que nadie les rebaje de su pedestal. Narciso llena el mundo de toxicidad, y hace imposible la convivencia.
Bien pensado, la forma como se educa (?) en ciertas familias, es un semillero de narcisos: A base de consentir todo al nene, para que no se frustre, termina pensando que los límites no existen, y que todo el mundo ha de prosternares delante de él.
Y luego resulta muy difícil de arreglar.
Porque bien pensado el Narciso es así, porque nunca ha salido de la infancia más temprana, en la época en la que el niño no distingue su yo de sus deposiciones, y por eso le gustan. Porque del Narcisismo a la coprofagia solo hay un paso.
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