“Me estás estresando”

1 marzo 2022

Hace unos años pusieron en la tele un simpático anuncio que, más o menos, decía: “¿Qué pasaría si en el Caribe se tomaran la vida tan en serio como el resto de los mortales?” Varios pasajeros de un autobús recriminaban al conductor llegar unos segundos o un minuto tarde a una parada y él terminaba diciendo, “me estás estresando”…

El estrés es una de las plagas de nuestra vida actual. Es una tensión continuada del organismo debido a una sobrecarga emocional y física que pone en marcha una respuesta que, si es controlada, puede ayudar a resolver las situaciones problemáticas que nos presenta la vida, pero que si es exagerada o incontrolada puede llegar a hacernos mucho daño, e, incluso, a hacernos incapaces de reaccionar.

Las causas que provocan el estrés son variadas y a veces acumulativas. Ciertamente, a todos se nos presentan, en un momento u otro de nuestra vida, situaciones complicadas y objetivamente desagradables: el exceso de trabajo, los problemas de los hijos y la profesión, la presión del tiempo, prisas, múltiples tareas, una separación, la muerte de una persona querida, una enfermedad propia o de una persona importante para nosotros…

Pero, tan importantes como estás situaciones objetivas externas, está nuestro modo de abordarlas, cómo nos las tomamos, nuestros pensamientos sobre ellas: “no me da tiempo” “no llego”, “esto no hay quien lo aguante”, “esto es angustioso”, “soy un desastre”, “me están arruinando la vida”…

Sucede, también, cuando no solo vemos lo negativo de las situaciones, sino que incluso las magnificamos, minimizando o no viendo lo positivo. Cuando nuestras palabras, a la hora de calificar lo que nos sucede, son siempre desmedidas o exageradas: “horrible”, “terrible”, “fatal”, “imposible”, “catastrófico”… Nos pasa, cuando anticipamos negativamente el futuro, lo que puede suceder, o no, y que nos hace percibir consecuencias negativas, sin que al mismo tiempo se generen soluciones o lleguemos a conclusiones Nuestro cuerpo vive en una continua tensión y, muchas veces ni nos damos cuenta: “no sé qué me pasa pero no estoy bien”, “estoy muy cansado, agotado y no sé de qué…”

¿Qué hacer? Lo primero es caer en la cuenta de lo que nos está pasando, detectar los pensamientos o frases negativas que nos salen ante situaciones problemáticas, y que surgen “automáticamente”, para poder pararlos, tratando de ver las partes positivas de nuestra persona o del acontecimiento, ajustando los adjetivos que nos vienen a la realidad, ¿qué hay de cierto en lo que me digo? Es verdad que hay situaciones difíciles, complicadas en ocasiones, pero la mayoría de ellas no son rotundamente imposibles. Está bien anticipar las dificultades para poder prevenir o actuar de cara a posibles perjuicios o malestares, el problema es cuando eso nos angustia y nos bloquea de cara a soluciones efectivas de la situación. ¡Cuántas veces hemos anticipado situaciones negativas, que luego no han sucedido!

Finalmente, buscar, o tener, momentos, lugares, o técnicas que nos ayuden a descargar o relajar nuestras tensiones. El mismo Señor lo practicó con sus discípulos en el Evangelio. “Él les dijo: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado”.

2 Comentarios

  1. Silvia

    Un buen artículo. Estoy muy de acuerdo que el estrés aveces nos paraliza. Lo vemos de color gris pero cd nos relajamos y descansamos el gris pasa a blanco.

    Responder
  2. Silvia

    Muy de acuerdo con el artículo. Tras el estrés, agobio y problemas lo mejor es hacer un parón para recapacitar, para descansar y así los pensamientos ya no los ves tan grises.

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