Desde pequeña te he llevado conmigo. Durante muchos años te llamé “Carmen”, te llamas como mi abuela, como mi madre, como mi hija, como yo… y como la medalla que tantas veces llevo en mi pecho. Tienes tantos nombres como rostros que expresan emociones, penas o alegrías, la vida misma en la cara dulce de una mujer que sin duda tuvo que ser muy fuerte y valiente. Te imagino humilde, serena, sin pretensiones, de convicciones firmes, decidida, siempre con la cabeza bien alta. Aguantando estoica los golpes y palabras malintencionadas hacia lo que más querías, seguramente también hacia ti. Te imagino secando lágrimas, acompañando, aceptando la voluntad de tu hijo, por muy dura que fuera.
Desde hace 16 años te llamo Auxiliadora y es que, por una u otra razón, eso has sido y eres para mí, porque cuando te necesito siempre vienes a mi auxilio, y no es un decir o un juego de palabras, es tan cierto como que estoy intentando volcar en esta hoja mis sentimientos más sinceros, mientras escribo con un nudo en la garganta. Nunca me ha costado tanto hacerlo.
Me siento en deuda contigo, para toda la vida. Cuando te necesito te rezo y me ayudas siempre. Cuando estoy nerviosa te rezo y siempre me calmas. Cuando no me atrevo con algo te rezo y me das ese empujoncito que necesito.
El 6 de junio del año pasado sufrí un percance de salud. En el mismo instante que entendí la gravedad de la situación me embargó un sentimiento de rabia, de enfado. Nunca me hubiera imaginado que al sentirme al final del camino de mi vida lo que sentiría sería enfado por la situación que se precipitaba. Exacto, sentí que me moría. Y entonces te vi, sobre la estantería que preside mi salón, un gran regalo de un gran amigo salesiano y te recé, juro que me embargó una serenidad absoluta y mientras perdía el conocimiento y el hilo de mi Ave María supe que me regalabas eso que tantas veces te he cantado “En las horas de la lucha, sé mi consuelo, y al dejar esta vida llévame al cielo”. No puedo dejar de emocionarme al recordarlo.
Como es evidente mi tiempo continua, pero desde el momento en el que desperté en la camilla de aquella sala de urgencias, rodeada de sanitarios, me siento en deuda contigo.
No tengo un plan, simplemente estoy a tu disposición y aprovecho cada situación que se me presenta para darte a conocer, para que confíen en ti. Sirva para ello mi testimonio.
“Ella lo hizo todo”. Don Bosco.
Qué cosa tan bonita! Gracias y que sigas adelante así, con tanta ilusión.
Me has recordado que María le dijo a Juanito en el sueño de los nueve años «A su tiempo lo comprenderás todo»… Y cómo él se emocionó cuando «lo entendió»… pasados tantos años… Pues tú me has recordado a nuestro querido Don Bosco. ¡Doy gracias contigo por esta experiencia que has tenido el deseo de compartir con nosotros!
«Me siento en deuda contigo, para toda la vida» (Mayka) = «Ella lo ha hecho todo» (Don Bosco)
¡Cuánto me ha gustado ver q es «posible» tener esta experiencia, que no solo Don Bosco la tuvo! María es «Auxiliadora»… me encantaría encontrarla algún día de forma vivencial… ¡Me voy a ir preparando para tener los ojos y el corazón bien dispuestos!
Que tengas buen verano!