Mi pequeña comunidad

El Rincón de Mamá Margarita

3 octubre 2024

Begoña Rodríguez

Begoña Rodríguez

Ayer, 2 de octubre, he celebrado mis bodas de plata, 25 años apostando por un proyecto de vida en común. Si sumo los 9 años que duró nuestro noviazgo en total son 34 años juntos. Es toda una vida. Si tengo que contestar a la pregunta: “¿Conoces a tu marido?” tendría que decir que honestamente no le conozco del todo. Ni creo que él a mí. Esa es la aventura del matrimonio, que siempre hay algo que nos sorprende, nos inquieta o nos lleva a la superación. También cosas que nos frustran, nos enfadan o nos entristecen. A veces me parece estar ante una carrera de fondo, que requiere paciencia, medir las fuerzas, apoyo constante en el camino; y otras creo estar en una carrera de relevos, donde cuando uno no puede más el otro está preparado para seguir adelante, dando lo mejor de sí mientras la esposa o el esposo descansa un poco, toma aliento, respira…

El matrimonio no es la suma de dos personas, es formar una comunidad que suponga la plenitud de la pareja donde se puede llegar al máximo grado de madurez y de compromiso. Surge entonces el ‘nosotros’, donde ocurre la plenitud personal de cada cónyuge.

En esta relación personal tan especial cada uno toma a la persona del otro como fin en sí, como alguien al que acojo y al que me doy para que sea quien está llamado a ser. El encuentro con el otro está posibilitado porque en él se percibe una esperanza de plenitud, de complemento de aquello a lo que a mí me falta.

Estoy convencida de que la mayoría se las crisis matrimoniales son precedidas por una crisis personal de uno de los miembros que bien resuelta fortalece y apuntala el matrimonio, pero que sostenida en el tiempo -sin búsqueda de ayuda o estancamiento personal- acaba afectando al matrimonio y puede destruirlo.

Aceptación del otro, confianza y comunicación, admiración mutua, asertividad son palabras clave para que la comunidad matrimonial goce de buena salud y permita el crecimiento del nosotros. Nadie ha dicho que el camino sea fácil, por eso es un compromiso, es la decisión diaria de seguir apostando por ese nosotros; decidir amar incondicionalmente un día más, renovar las promesas que nos hicimos y que solo con el camino recorrido llegan a comprenderse en su profundidad.

Hoy digo Sí de nuevo, un sí que quiero sea para siempre porque así lo he decidido y ese compromiso es mi fuente de felicidad.

No quiero acabar este artículo sin referirme a mis tres hijos y a lo que me enseñan cada día:

El mayor me enseñó a perdonar siempre aunque el daño sea grande y a salir fortalecido de los golpes de la vida, con humildad y resiliencia.

El mediano me mostró la libertad de poder ser uno mismo sin miedo a lo que piensen los demás, y a no juzgar a nadie porque nunca sabemos qué lleva el otro en la mochila.
El pequeño me ayudó a creer en los sueños, a luchar por ellos y a no enterrar los dones que nos ha dado Dios porque en ellos está nuestro para qué en la vida.

GRACIAS POR ESTOS 25 AÑOS. GRACIAS POR TANTA VIDA COMPARTIDA.

1 Comentario

  1. Miguel

    Enhorabuena. Me alegra saber que hay gente que es capaz de llevar a cabo el compromiso de acrecentar el amor a pesar de la erosión natural en toda relación. Me uno de corazón a vuestra felicidad. Estas noticias son dignas de ser compartidas.

    Responder

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