El gran regalo que nos trae la Pascua es la esperanza. Parece que nada ha cambiado respecto a hace una semana, que los telediarios siguen dando las mismas noticias tristes, que la guerra se sigue cobrando la vida de niños inocentes, que todo sigue igual, que la muerte sigue teniendo la última palabra en nuestro mundo enfermo de individualismo. Ciertamente, la realidad nos sobrecoge, pero para el cristiano, la fuerza renovada de la Pascua ha de cambiarlo todo, con radical transformación. Si de verdad creemos que Él vive entre nosotros, debemos alegrarnos porque la muerte no tiene la última palabra, ni el mal, ni la vileza.
Estamos en Pascua, ¿no lo notas en las flores blancas de las iglesias? Las campanas han anunciado con gozo la Resurrección, la alegría de quien prometió que siempre estaría con nosotros. Su fuerza debe empujarnos a construir un mundo más justo: sonríe al que tienes al lado, sé amable, echa una mano en todo lo que puedas, visita al enfermo, al preso, da pan al que tienen hambre. Ama a tu familia, demuéstrales tu cariño. Quiérete también tú, como Dios sabe quererte.
Estamos en Pascua, ¿no lo notas en los jóvenes? Vienen renovados de las celebraciones vividas estos días, junto a muchos salesianos que siguen danto testimonio fiel de Cristo. Han tenido experiencia de Dios y eso es motivo de alegría, sin duda, su huella de Padre permanecerá en ellos.
Hace tan solo dos días recordábamos la canonización de Don Bosco. También tuvo lugar en el tiempo pascual, fue un domingo de Pascua cuando el Papa Pío XI lo proclamó santo. Acaban de cumplirse noventa años de aquel acontecimiento memorable.
Y mucho antes, el 12 de abril de 1846, también domingo de Pascua, Don Bosco inauguraba el cobertizo de la casa Pinardi que se convertiría en la pequeña capilla donde se concentraban las actividades en los primeros años y donde muchos jóvenes encontraban ayuda en aquel padre, maestro y amigo entrañable.
¡Cuántos momentos felices viviría Don Bosco en Pascua! Él que siempre confiaba en el Señor, vivía la esperanza cada día, abierto a la divina providencia. Sabía de quien se había fiado y vio cumplidos muchos de sus sueños. Nos dejó una máxima que cobra todo su sentido en este tiempo que comenzamos: estad siempre alegres.
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