En Navidad pude ver la película No mires arriba. Es un tiempo en el que apetece ver cosas vacías y que distraigan de la realidad por un rato. Me equivoqué. Vi esta película pensando en una historia de ficción y me di cuenta de lo real que era, por el poder devastador de las redes sociales y los detractores que las pueblan (haters). Pero me di cuenta, sobre todo, de las ganas que tenemos todos de pasarlo bien sin que la realidad nos lo estropee. Esta película nos recuerda que debemos centrarnos más en lo que realmente importa en la vida.
No mires arriba comienza cuando una doctoranda en astronomía descubre un cometa de 9 km. de longitud cuyo rumbo se dirige directamente hacia la Tierra. Junto con su profesor, avisan a la NASA, y ésta advierte a su vez a la presidenta de los Estados Unidos, preocupada en ese momento por unas elecciones de mitad de mandato que podrían cambiar las mayorías en el Congreso y el Senado. Sólo quedan seis meses para salvar el planeta y no parece que sea consciente de la urgencia.
Conectados, pero desinformados
Pero no es sólo una crítica a los gobiernos y a las redes sociales, es también una acusación de cómo nuestros comportamientos autodestructivos benefician a los codiciosos objetivos de las empresas. En la peli se ve claramente quién tiene el poder. No quiero hacer spoilers, pero son una presidenta del gobierno sin contacto con la realidad y un empresario de una multinacional —que busca la realidad virtual— quienes tienen en sus manos la decisión del futuro del mundo y, sin embargo, no creen lo que los datos matemáticos de los científicos corroboran.
Otros problemas que aparecen en la película son el negacionismo y las noticias falsas. Por ejemplo, imaginemos que en lugar de un meteorito, una persona dijera que la ganadería concentrada es mala, utilizando estudios de organizaciones ecologistas como respaldo. Alguien crea un bulo para hacer creer que se dijo lo contrario y toda la maquinaria de un país se pone en su contra, por poner un ejemplo. La peli es también un alegato contra el populismo que nos da a entender lo fácil que es manejar a las masas desde la exposición pública y cómo esos mensajes se multiplican gracias a las redes sociales.
Vivimos conectados, sí, pero también vivimos muy desinformados. Me gustaría recordar que estamos conectados, no sólo por nuestros dispositivos, sino también por nuestra humanidad compartida. A veces, un poco de realismo no nos viene mal, aunque lo encontremos sin buscarlo.
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