Si quisiéramos hacer en la Iglesia algo similar tendríamos que reconocer que solo podremos hacerlo en parte porque, como decía el Concilio Vaticano II, la Iglesia es una compleja realidad divina y humana.
Atendiendo a la realidad humana podemos destacar acontecimientos, personas y palabras. Pero todo esto se queda corto porque la lógica de la fe supera cualquier lógica mundana. Y así, atendiendo a la lógica de la fe, reconocemos que en cualquier acontecimiento que hayamos podido vivir Dios ha estado presente, que las personas más influyentes son los santos y no siempre ocupan portadas, y que en la vida cristiana las grandes palabras son las pronunciadas por Jesús en su Evangelio.
Aun así, siendo consciente de poder quedarnos a mitad de camino, teniendo en cuenta que cada época tiene sus palabras preferidas, voy a destacar tres palabras que han estado en boca de todos en el 2024 y que además estarán en boca de todos en 2025.
Sinodalidad
La primera es la palabra sinodalidad. En la vida eclesial esta ha sido la palabra del año 2024. Recordemos el “Sínodo sobre la sinodalidad” celebrado en el último mes de Octubre. El papa Francisco dice que la sinodalidad es el camino que debe recorrer la Iglesia en el siglo XXI. En realidad solo hemos iniciado este siglo por lo que podemos suponer que respecto a la sinodalidad nos queda mucho camino por recorrer y vivir.
Creo que tenemos el peligro de hacer de la sinodalidad una palabra plastilina. La plastilina es un material moldeable que adquiere formas muy distintas y que al final acaba amoldándose a todo. De esta misma manera, la palabra sinodalidad tiene el peligro de perder su valor original. La sinodalidad expresa un modo de ser y de trabajar en el pueblo de Dios caracterizado por la participación responsable y ordenada de todos sus miembros en el discernimiento y la puesta en práctica de los camino de la misión.
Vocación
Unida a la sinodalidad encontramos la palabra vocación. Quizá esta sea una de las palabras importantes para el nuevo año 2025. Hago notar que, convocados por nuestro Obispos, en el mes de Febrero vamos a celebrar un importante Congreso vocacional.
En la Iglesia, cada uno de los bautizados hemos recibido una vocación particular, como despliegue de nuestro ser personal y para el bien del mundo. En este sentido, en la vida cristiana es urgente despertar vocaciones, porque en realidad es despertar la conciencia de ser llamados por Cristo para vivir junto a Él y comprometerse con la misión.
En la pastoral hay distintas vocaciones y carismas pero un mismo Señor y una misma misión. Nos une el Evangelio de Jesús y el bautismo. Por eso valoramos la diversidad y la originalidad de los carismas, también la vocación y carisma de cada persona. Al papa Francisco le gusta hablar sobre la comunión como unidad en la diversidad.
Esperanza
La tercera palabra que quiero destacar es la esperanza. La esperanza, junto a la fe y el amor, sostiene la vida cristiana.
Recordemos que en la Nochebuena de 2024, el santo Padre abrió la puerta santa convocando al jubileo de la esperanza. Somos peregrinos e la esperanza.
Partamos de lo más evidente: “En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana” (Francisco, Bula para el año jubilar).
En el sentido objetivo de la esperanza encontramos la certeza de que en Dios todo tiene sentido. En realidad la esperanza cristiana se funda solo en Dios, sabemos que Jesús es la causa de nuestra esperanza, la puerta de la esperanza, el contenido de toda esperanza.
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