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Deprisa
A cualquier hora en que lo pilles
o que te pille,
“Paquito” estará con sus dos últimas noticias en boca
y una gorra de baseball con la visera hacia atrás
dando sombra a la nuca.
Da igual que sean las nueve de la mañana
o las cuatro de la madrugada.
Da igual que sean las fiestas de la Virgen de la Oliva
que las procesiones de Semana Santa
que las ferias de abril o las noches de Navidad
y Reyes Magos, o San Juan de verano.
Siempre suele tener la tentación
de una noticia por decir
un chisme por comunicar
una peripecia por contar
y, además, él no entiende de relojes
ni de campanadas de la parroquia.
“Paquito” habla tal y como camina:
Deprisa, muy deprisa –como un fugitivo–
y soltando señales eléctricas a su paso.
Su falta de rumbo no es solo una táctica, no,
sino un estado mental,
una condición del alma.
Así trabaja también.
Desprende una seguridad que da calma
e intimida.
“¿Es el pájaro niño, el que no quiere volar?” (Millares).
No es de los que habla mucho,
sencillamente desmitifica,
rompe
marca
se hace hueco
con su autenticidad la impostura
que también se acumula en su oficio olvidado
del que no conoce
el nombre
ni la pena
ni el desamparo
ni la utilidad
ni la eficacia.
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Guerrero
“Paquito” es un tipo hecho en las estribaciones
del barrio de San Miguel.
En su cara lleva, relampagueando,
una sonrisa contagiosa
que da cuenta de los tres ejes de su vida:
Unos dientes afilados
una lengua bullebulle
y unos labios rompedores,
y, además, en cualquiera de sus bolsillos
un hueso (por sus dos perros).
Es un superviviente de la calle.
Dicen que de niño jugaba al fútbol,
de joven comenzó a hacer recados.
Conoce como nadie las penumbras de Vejer
y sus pedanías: La Muela, la Oliva y Las Lomas,
como Cantarranas, El Palma, La Barca.
Ha hecho miles de favores a sus paisanos,
adentrándose en el mundo de chicos y grandes,
en el histórico barrio judío
y en los barrios nuevos, mediourbanos
de Los Molinos o Monte Cote.
Termino la misa en la parroquia Divino Salvador.
Me hallo a un lado de la pila bautismal
e irradio cierto orgullo paterno,
mientras los fieles empiezan a abandonar el templo.
“Paquito” se hace paso y me interpela:
– Vamos a dar un paseo, don Francisco.
Fanático de la información, conoce historias
de los salesianos de Cádiz, Jerez, Campano.
Le entra la risa cuando le pregunto por su familia.
– Le voy a enseñar el Arco de las Monjas.
Es el más bonito. Está aquí cerca.
Para demostrar que puede ser un activo para mí
durante mis días en Vejer me dice que le gustan
“mis sermones”, sobre todo, los movimientos de brazos.
– Los curas parlotean sin cesar.
Yo trato de no dormirme, pero es inútil.
Lo que primero me sorprende de “Paquito” es su timidez.
No es una cualidad que suela apreciarse en un
guerrero de la calle.
Todo él es apocamiento, desde el tono de la voz
hasta la ropa, hoy en chándal gris.
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Aprendiz de todo
Casi todas las mañanas
regreso en silencio al mirador de la cobijada
sobre la llama del alba
se enciende la luz del día en la mortaja
de la noche,
en la mortaja de los que se fueron.
Me quedo un instante entre los parpados
del Vejer inmóvil, todavía dormido,
para decirle cuánto duele el olvido, el desprecio,
mientras en el cielo se conmueven los ojos infinitos y llagados,
infinitos de seres como “Paquito”.
“Paquito” no adorna la vida –no sabe–,
sino que recoge y acepta sus mordiscos.
Su vida –pienso– es feroz, y aún así,
no rehúye el buen humor, la cercanía, la ternura,
que es otra forma de la verdad.
Es un tipo de una autenticidad brava
y se acerca al día a día
con el dictamen inteligente y maleable
de contar lo que ve
sin adulterar lo que mira.
Me dicen que fue repartidor, electricista, mecánico,
botones, camarero… aprendiz de todo.
Amigo Antonio,
“Paquito” ha ido aprendiendo de todas las fuentes
que dan agua,
no doctrinas, recomendaciones, catecismos,
por eso no sermonea,
ni predica
ni corrige
ni alecciona a nadie.
Su vida es lo que ves,
porque él enseña por igual cicatrices y sonrisas.
Desde la cobijada de hierro
no quiero romper el precinto de la mañana
ni separar las páginas intactas del viento
ni retirar el velo de la noche
ni apartar el manto de las cobijadas,
porque hasta la luz negra de la Virgen de la Oliva
es silencio que ilumina
el sonido del prodigio.
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Que viva su vida
Es perfecta.
La escultura de la cobijada tiene la belleza y la calidez
de una escultura de hielo.
La única diferencia es que una escultura de hielo
acaba derritiéndose.
– ¿Podemos hablar?
Me vuelvo.
Contengo un suspiro.
Quería disfrutar de la vista panorámica de Vejer,
no soporto los dichos de “Paquito”, pero, como predicador
de la novena de la Virgen,
tenía responsabilidades.
– Pues claro. Me alegro de verte.
– Yo también.
– ¿Empieza la faena?
– Acaba, acaba por ahora, “Paquito”.
Estuve en el tablao de La Terremoto.
Me echo a reír.
Esa cultura es la de una fuerza de élite.
– Es la última vez. Creo que alguien de Madrid la ha denunciado.
– ¿Eso me incluye a mí?
“Paquito” menea la cabeza de un leve gesto negativo.
– ¿Te puedo preguntar por qué pareces mi guardia de seguridad?
– Los vejeriegos tenemos que cuidar unos de otros y más en fiestas –responde.
…por otra parte me gusta participar… siempre echan mano de mí.
¿Por qué no? –pienso.
– Tiene experiencias y cerebro. También.
“Que viva su vida”, me repito.
– Hasta la tarde… hasta la novena.
– Hasta la novena.
Si le quitas la fe al creyente, ¿qué le queda?
Eso no es irrelevante.
“Paquito” es un hombre sencillo y pacífico, y eso es lo que él quiere.
O necesita.
Amigo Antonio, párroco sin fronteras,
los vejeriegos no se desentienden de nada de lo suyo.
En las dos reuniones con la junta de la cofradía
alcanzan un ardor vibrante.
Hay estilo propio, honestidad, categoría, señorío,
Arponeo
de emociones.
Si te disparan, déjate atravesar.
Si le quitas la fe católica al vejeriego, ¿qué le queda?
“Paquito” medio escondido detrás de una columna
sigue nuestra novena por las tardes.
Ama lo que ve y se le nota.
No se desentiende de nada de lo suyo,
pero afina el momento. Siempre.
Los miércoles nos llega la historia y vida de la buena en el blog de Paco….Toma ya!!! Qué buen historiador retratista de almas…y llévate todo lo demás…. magnífico