Pero, ¿qué entendemos por patrimonio?

4 septiembre 2024

Existen diversas y variadas acepciones del concepto de “patrimonio”, que va desde el concepto jurídico estricto, pasando por el contable y económico, hasta llegar a conceptos calificados como patrimonio cultural, patrimonio de la humanidad, patrimonio colectivo, corporativo, etc.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo define como “el legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras”. Este comprende no solo lugares u objetos, sino que también expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados, llamado patrimonio inmaterial.

Muchas veces asociamos el patrimonio solo al pasado, pero este, al igual que la cultura, es dinámico, por lo cual se va actualizando y resignificando en el presente. Es por eso, que hablamos de patrimonio cultural, dejando atrás el concepto de patrimonio histórico, dado que el mayor aporte del patrimonio es que permite reafirmar la identidad, aumentando el sentido de pertenencia a una determinada comunidad, territorio y cultura.

Por eso, el “patrimonio” está intrínsecamente vinculado al carisma en la vida consagrada. Exactamente, el patrimonio y el carisma, en la vida consagrada, son elementos fundamentales que se complementan mutuamente. El carisma es un don especial del Espíritu Santo, otorgado a una comunidad religiosa o a una persona consagrada. Representa la esencia y la misión de esa comunidad o individuo que inspira y guía su vida. Por otro lado, el patrimonio se refiere al legado espiritual, cultural y material que una comunidad religiosa ha acumulado a lo largo del tiempo. La combinación de ambos permite que las comunidades religiosas mantengan su identidad y misión a lo largo del tiempo, adaptándose a las necesidades contemporáneas sin perder su esencia.

Esta relación de patrimonio y carisma incluye los bienes materiales tangibles, pero también el legado intangible de la misión y los valores fundacionales de la comunidad. Cada tradición, documento, imagen y libro cuenta la historia de cómo este carisma se ha desarrollado desde el fundador hasta los miembros actuales. Además, muestra que la creatividad y la innovación son esenciales para mantener vivo este carisma, adaptándolo a los nuevos contextos y desafíos.

Así hay una aproximación al patrimonio desde un sentido positivo y vital, antítesis a una visión del patrimonio como algo muerto o como una pesada carga a soportar. Una exhortación a las comunidades a comprender, descubrir, conservar y gestionar su patrimonio como una oportunidad, transformando la posible carga y esfuerzo asociado en una oportunidad de avance, que permita “renovar y repensar el propio carisma, recomponerlo en el contexto sociocultural actual y proyectarlo hacia el futuro”. (Mensaje del Papa Francisco al Congreso “Carisma, creatividad y patrimonio cultural de la Vida Consagrada”).

Una llamada a la comprensión de los bienes teniendo en cuenta su valor cultural, histórico y artístico, pero sin olvidar su valor eclesial y espiritual. Así nos recuerda el pasaje del Libro de los Números (4, 31-33) del Antiguo Testamento, que muestra cómo desde antiguo el pueblo de Israel estaba llamado a cuidar de los objetos necesarios al servicio de la Tienda del Encuentro, que posibilitaba la experiencia de cercanía y encuentro de Dios con su pueblo, durante su peregrinación por el desierto.

En esta línea, hay que hacer hincapié en cómo el valor principal de estos bienes radica en su misión de contemplar el rostro de Cristo, pues nacieron bajo esa inspiración y conservan este valor siempre. Ese carácter espiritual y sagrado de los bienes culturales de la Iglesia, permite el desarrollo de un discurso teológico sobre ellos, ya que ocupan un lugar o dan un servicio para la liturgia, como instrumentos de culto.

En resumen, el “patrimonio” nos permite comprender y vivir el carisma de manera concreta, manteniendo viva la llama de la vocación divina y la consagración al Señor.

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