Me he levanté hace un tiempo con los titulares en los que se podía leer en primera página: “España duplica el apoyo armamentístico a Ucrania” (El País); “Zelenski expone a Sánchez su drama: “Las armas son pocas”. El presidente de Ucrania recibe en Kiev a su homólogo español, que anuncia que un buque ya traslada 200 toneladas de armamento y 40 vehículos” (El Mundo); “Sánchez duplica el envío de armas a Ucrania en su visita a Zelenski” (ABC). Después he ido con el buscador al programa electoral del PSOE de 2019 en el que la palabra paz aparece 12 veces y recuerda el compromiso tomado por todos los países en la Asamblea General de 2015 para alcanzar el siguiente objetivo de desarrollo sostenible: “Promover la paz, la justicia y las instituciones eficaces, combatiendo toda forma de violencia y de corrupción y estableciendo mecanismos de rendición de cuentas”. Me quedé perplejo, algo desorientado y sin saber bien qué pensar. ¿Construir la paz mundial con el envío masivo de armas mortíferas? (que conste que España no fue la primera en enviarlas, ni la única…)
Neville Chamberlain (1869-1940), primer ministro británico, siguiendo su política de apaciguamiento, claudicó junto a su homólogo francés, Édouard Daladier (1884-1970), en el Acuerdo de Múnich el 30 de septiembre de 1938, acordando la incorporación de los Sudetes –un territorio checoslovaco, poblado por una mayoría étnica alemana y germanoparlante- a la Alemania del Tercer Reich, a cambio de su compromiso de no ocupar el resto de Checoslovaquia y evitar un conflicto a mayor escala. El 1 de septiembre se encargaría de desmentir esta buena voluntad prevista y querida de evitar la guerra (invito a ver la película Múnich: vísperas de una guerra dirigida por Christian Schwochow en 2021).
La vieja máxima latina, Si vis pacem para bellum, basada en el prefacio del libro III de su obra Epitoma rei militaris, escrita por Flavio Vegecio Renato (s.IV) posiblemente alrededor del 390, parece flotar de nuevo en el ambiente mundial. La frase indica que es necesario prepararse frente para que los adversarios no detecten debilidades ni vean oportunidades o posibilidades de vencer en una posible guerra, es decir, lo importante es mostrar con actos que la defensa es fuerte y sólida y así disuadir al otro. Parece que se desempolva incluso entre los países con gran tradición antimilitarista y pacifista ¿Violencia con violencia se frena? ¿Estrategia política o principio evangélico? Inquietante.
Es verdad que la guerra es un antiguo compañero de camino de la Humanidad. El General estadounidense de cinco estrellas Omar Bradley (1893-1981) lo expresó así: “El nuestro es un mundo de gigantes nucleares e infantes éticos” Y añadió con tristeza: “Sabemos más de la guerra que de la paz, de matar que de vivir”.
Aumentar el presupuesto en defensa (en definitiva, en armas) y enviar armas letales a Ucrania como ayuda está siendo una práctica común de gobiernos conservadores y progresistas en las naciones europeas más avanzadas -incluida España- y en el resto del mundo.
Creo que el mundo ha perdido el norte. Muchos oportunistas han visto su momento de oro para enriquecerse o convertirse en adalides de un mundo libre, inmaculado, sin injusticias, inclusivo (“siempre que seas de los míos, claro”). Golpe de timón para sus propios intereses ideológicos y económicos.
No, no es la teoría de la conspiración, es el tener ojos para ver, para decirlo en lenguaje cristiano, ojos pascuales. Hay muchos que propongan una y otra vez el diálogo como medio para resolver conflictos como este. Ahora es más difícil, una vez comenzado el conflicto armado… se han abierto numerosas heridas, algunas tardarán generaciones y generaciones en sanar, pero qué es la esperanza, si no esperar contra toda desesperanza.
Tenemos que formar parte de este bloque que apuesta para que esto acabe ya. La guerra no es el medio, es el “problemón” que como Moloch nos exige su ofrenda en sacrificios humanos y debemos alimentar continuamente. ¡Basta de guerra, por favor! Naciones del mundo no enviemos más armamento ni material de destrucción, exijamos el fin de la guerra, no la retroalimentemos, podemos arrepentirnos. Pidamos un cese inmediato de hostilidades y una reunión internacional de desarme mundial. Que nuestros recursos vayan para reconstruir todos los países pobres.
Convertir las espadas en rejas de arados y sus lanzas en hoces es una metáfora maravillosa. Las maravillosas palabras de Isaías resumen de una forma hermosa un deseo universal: forjemos una tierra de hermanos en paz.
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