Quiero comenzar este nuevo año poniéndonos bajo la mirada de la Virgen, aquella a la que Mama Margarita enseño a sus hijos a saludar tres veces al día, pongamos en el pórtico de este año un deseo que es necesidad y urgencia en el mundo: LA PAZ
Hay que empezar por las cosas pequeñas». ¿Qué cosas pequeñas están a nuestro alcance cada día? Podría ser la pregunta que nos hiciéramos ahora. Enumeraremos algunas: una sonrisa a los que conviven conmigo, una palabra de aliento al que está decepcionado o triste, echar una mano al que marcha agobiado para aliviarle el peso que lleva sobre sus hombros, unos pasos de cercanía hacia el que está distante y le cuesta acercarse, una felicitación a aquel que ha triunfado en su trabajo, un rato de compañía al enfermo o anciano que vive en soledad, un silencio de empatía con el que sufre, una palabra de aliento -aún puedes más, adelante-, al que está cansado sin fuerzas… ¡Cuántas cosas pequeñas puedes realizar tú!
El mes de enero en nuestras Casas, huele a Don Bosco cada vez más, nos hace sentir más salesianos, más salesianas y nos recuerda cuál en nuestra misión: servir y ayudar a los jóvenes y a toda persona que lo necesite. Imitar a Don Bosco es también disponer el corazón para vivir como él.
Cuenta el mismo en las Memorias del Oratorio que una tarde lluviosa del mes de mayo un joven de unos 15 años se presentó en su casa completamente empapado de agua: “no tengo nada y estoy completamente solo”, le dijo, mientras Mamá Margarita trataba de secarle las ropas. Don Bosco, reconoce él mismo, “estaba conmovido”. La respuesta que brotó de su corazón de padre, aún en la penuria de aquel tiempo, no fue otra que “hacerle hueco”: “Quédate”.
Como nos dice José Miguel Núñez en su libro 100 palabras al oído: “Creo que en aquel primer `Quédate`podemos descubrir toda la fuerza de un corazón grande que ha comprendido que el amor no entiende de medidas. Como el samaritano protagonista del relato evangélico, Don Bosco no dio un rodeo; no se apartó del camino; no buscó excusas ni apretó el paso para pasar de largo. Solo abrió la puerta para que aquel muchacho pudiese entrar: “Quédate”.
Y después vinieron muchos más “Quédate” pronunciados con una sonrisa y una mano abierta y solidaria que invitaban siempre a la esperanza. ¿Cuántas veces se repetiría aquella misma escena?
Decir “Quédate” a los hermanos es abrir la puerta de la fraternidad para compartir, para disculpar, para perdonar, para comprender, para acompañar. Sin pasar de largo.
Decir “Quédate” a los que nos piden una mano o llaman a nuestra puerta en una tarde lluviosa es estar siempre dispuestos a poner al otro en primer lugar, a tender la mano de la amistad, a tener a punto el fuego de la acogida, a encontrar siempre un lugar para poder calentar el alma, a veces tan al aire, de los que sen encuentran a la intemperie. Sin pasar de largo.
Don Bosco no dio rodeos. Su corazón, tan grande como las arenas de las playas, fue siempre el hogar de cuantos se acercaron a él buscando un poco de calor. Ser salesiano es asumir en el día a día el compromiso de saber decir “Quédate” siempre que alguien llame a nuestra puerta.
JUNTOS HARÍAMOS MILAGROS… nos sugiere hoy Don Bosco
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