La carta
El lunes 27 de septiembre, se celebraba en México el bicentenario de la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México, hecho en el que se firmó el acta que declaraba de forma oficial la independencia del país, que dejaba de ser colonia española. Ante este acontecimiento, el papa Francisco se sumó a las celebraciones transmitiendo sus mejores deseos por las celebraciones del bicentenario con una carta enviada a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
¿Era algo más que una carta de cortesía? En su escrito, de algo más de una página, el Pontífice invita a los mexicanos a que el aniversario sea una ocasión propicia para fortalecer las raíces y reafirmar los valores que los construyen como nación. Para ello, les recuerda que es necesario hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país.
“Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”, escribe el Pontífice que, como señala expresamente, va en línea de los que ya han señalado los dos papas anteriores.
Al repasar algunos de los errores del pasado está la persecución de los cristianos en “tiempos más recientes” como es el caso de la Guerra Cristera.
En cualquier caso, el mensaje del Papa sigue siendo que cuando se evocan los dolores del pasado no es para quedarse ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, “y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos”.
Más explícito fue Francisco en 2015, cuando, durante una visita a Bolivia, pidió “humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. “El recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales”, había dicho en 2007 el papa Benedicto XVI tras participar en la reunión del Episcopado latinoamericano en Aparecida (Brasil).
Las reacciones
El hecho de afirmar que los pontífices han pedido perdón “por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización” parece que ha indignado a ciertos políticos.
Entre los primeros que han salido al paso ha estado Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso. “No entiendo muy bien qué hace un Papa de nacionalidad argentina disculpándose en nombre de los demás”, criticó a la vez que alababa la “ejemplaridad” de los conquistadores españoles. Desde el PP, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso se mostraba “sorprendida” de que el Papa, “un católico que habla español, hable así a su vez de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español, y a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano”. Por ello, reivindicó el legado de España en América frente a la “leyenda negra” y “revisión maniquea de la Historia” que se estaría alentando con un crecimiento “alarmante” del “indigenismo y el populismo”.
Más tarde, Macarena Olona, de Vox, señaló que la Iglesia católica debería limitarse a “sus cometidos que son extraordinarios” y dejar las cuestiones políticas para los políticos. Sin pasar mucho tiempo expresidente del gobierno español, José María Aznar, se enrocaba en el tema al decir: “En esta época en la que se pide perdón por todo, yo no voy a pedir perdón lo diga quien lo diga”. “Para defender España con sus claroscuros, yo estoy dispuesto a sentirme muy orgulloso, pero no voy a pedir perdón”, insistió en un acto del PP.
Con razón, el portavoz de los obispos, Luis Argüello, tuvo que invitar a los políticos a profundizar en el texto; por ello afirmó: “Hemos asistido a comentarios que pensamos que se han hecho sin la lectura del documento”. En el mundo periodístico hay quien también se ha aferrado en la defensa del discurso de estos políticos de la derecha ante la cuestión de la conquista. Mientras Francisco Marhuenda repetía en el diario La Razón que las palabras de Francisco demostraban su tesis de que este Papa es “antiespañol” y que solo “le gustan los ateos, los agnósticos y los enemigos de la Iglesia. Hace declaraciones populistas, con el más claro estilo del peronismo de su país de origen”. En el programa de televisión ‘La Sexta noche’, Eduardo Inda, director de OKdiario, se alineaba con estas valoraciones de los políticos de derechas y le llegaba a decir al Pontífice: “Cállese un poquito”. Para Inda, “lo del Papa es de aurora boreal” y “tendría que pedir más perdón por los miles de casos de pederastia de la Iglesia católica, y pedir perdón cuando casi justificó o relativizó el ataque terrorista a la sede de Charlie Hebdo”. A esto añadió que “debería también pedir perdón por la más que presunta colaboración con las Juntas Militares argentinas delatando a gente que luego terminó en la triste Escuela de Mecánica de la Armada. Es lo que tendría que hacer el Papa y callarse un poquito”, sentenció el periodista.
Cualquiera que ahonde, aunque solo sea levemente, en la polémica en torno a las palabras del Papa en la carta por el bicentenario de la independencia de México saca enseguida conclusiones: realmente los políticos y periodistas que han hecho esta lectura no se han acercado al texto de primera mano sino movidos por una lectura intencionadamente ideológica. Es curioso que en la sociedad de la información, la transparencia y el acceso más democrático a un sinfín de fuentes siga tan presente la apuesta por la ideología frente a la verdad. Y en el tema de Francisco, muchos políticos de la derecha siguen haciendo el ridículo y otros tantos de la izquierda se lo pueden hacer notar sin tener que pagar un rédito electoral.
Atacar a los papas no es nuevo en el catolicismo español, que paradójicamente, es el más papista. Recordemos la posición de los obispos españoles en el Concilio Vaticano I, la más ultramontana de todos los episcopados.
A León XIII le organizaron vigilias de oración, pidiendo por su conversión, por aquello de haber hablado en su «Rerum Novarum» de cosas tan materialistas como el salario y el trabajo.
No olvidemos las acusaciones contra Pío XI, con ocasión de de la «Quadragesimo Anno». Entonces se le acusó de socialista.
A Pablo VI se le puso a caldo cuando intercedió por aquellos etarras que iban a ser fusilados en el crepúsculo de la dictadura. Muchos papistas de la vieja escuela tomaron partido por el régimen.
En definitiva, ocurre a veces que quienes e consideran más papistas que el Papa, se molestan mucho cuando el papa no piensa como ellos.