Carta al senador Antonio Román Jasanada, alcalde emérito de Guadalajara.
Amigo Antonio:
Espero que al recibo de ésta te encuentres bien, yo bien gracias a Dios.
Violenta violencia sufrimos en estos días.
La vida es dura, Antonio… y tú también.
No pude acudir a los funerales de tu madre, pese a haber apalabrado por dos veces mi ida a la concatedral de Santa María de Guadalajara. Sé que me disculpas.
Las campanas suenan a horas incomprensibles en La Alcarria, estrangulándome, como si estuvieran colgadas de la torre de mi garganta. O sea.
Curiosamente, en vez de mirar hacia abajo, he mirado hacia el cielo. Antes de correr para Guada siento un temblor de tierra bajo los pies y se produce un pequeño oleaje sin motivo aparente. Mis días ahora son todos a la carrera.
Has de saber, amigo, que nunca estoy conmigo, y disfruto inmensamente de la libertad de sentirme independiente.
Sobrevivo, sobreviviré,
pues duermo en una alcoba llena de libros,
es el mejor ejército al que poder armar,
y del que poder aprender siempre.
Me van quedando prolongados alaridos, Antonio, como si el viento de Madrid estuviera encerrado en una cárcel.
Hace un par de días me decía un gran amigo por WhatsApp, alumno de BUP, allá por 1986: “Te estás volviendo cada vez más explícito. Serán los años. Será la sabiduría de los años”. Yo le había dicho que le quería más que… al gobierno. A lo que él respondía: “Y yo más que… al poder judicial”. “En serio, Paco, tengo ganas de verte”.
Quien tiene una pausa del trabajo para los demás aprende poco a poco la premura de ayudarse entre los hombres.
Amigo Antonio, alcalde emérito de Guada, yo soy afortunado, sin mujer ni hijos en ninguna parte no tengo lugar hacia el que volverme, vivo así sin tortícolis. Las nostalgias suelen ser malarias a las que les hace falta la humedad de los ojos. Los míos suelen estar secos. Ni a la muerte de mi madre ni de mi padre lloré. Sólo a la muerte de mi hermano Román en circunstancias trágicas y de Tonuccio Tedde, al primero que di la extremaunción en Nulvi, Cerdeña. A dos pasos de Porto Cervo.
Aquellas dos muertes fueron mi frontera y se adensaba.
Los sentidos se me volvían hacía dentro, me empecé a escuchar de otra manera, porque donde el cuerpo siente las ausencias, es en la piel. Me quedo con los ojos perdidos siempre que pienso en mis “muertos” de Cerdeña: Buscarinu, Possadino, Tedde, Carruccio, De Santis, Pileri, De Rosa, Zallu, Puddu. Otra vez más descuella el tráfico interior de lo inmenso.
Amigo Antonio, tú y tus compañeros de clase del Salesianos Guada sabéis que me apasionan los archivos y los debates. No hay debates sin archivos ni archivos sin debates. Con el curso de Arturo Bris y con el de Fernando R. Grande consultamos el Archivo del Ayuntamiento, los archivos parroquiales, el Archivo de la Diputación. A vosotros, los de COU, os traje a los líderes de todos los partidos políticos para departir sobre la incipiente democracia. Erais niños de una especie de “Partido Agrario Católico” sobre la isla maestra de la democracia, pese a vuestros 18 años.
Había que aprender de golpe, entre el estruendo suave de fuera y un brusco silencio de dentro. Que pregunten a García Méndez o a García Breva. Pero el fin del mundo se prepara cada mañana al levantarse. Y lo prepara cada uno.
Daría igual, Antonio, que me quisieran o no,
daría igual que nuestro Buen Dios hubiera escuchado las oraciones
donde le suplicaba acertar, que acertara en mi sacerdocio,
llenaba de oraciones las iglesias sardas,
de Nulvi a Pérfugas,
de Martis a Aggus,
de Castelsardo a Porto Cervo,
de Tempio a Orgosolo y a Caglieri. Era, fue, de 1969 a 1975.
daría igual, Antonio, que me quisieran o no,
llenaba de oraciones las iglesias alcarreñas,
de Sigüenza a Atienza,
de Tendilla a Torija,
de Pastrana a Brihuega,
de Yélamos de Arriba a Yélamos de Abajo,
de Trillo a Cifuentes, y a Campillo de Dueñas y hasta a Molina de Aragón, hasta en iglesias medio en ruinas he rezado:
Villacadima, Albendiego, Carabias, Palazuelo,
esa ruta esquinada del románico rural,
hasta en iglesias hundidas en las aguas,
pero la nostalgia sigue empotrada en mí,
royéndome como el escorbuto roe las encías,
nostalgia de Roma y el Lazio, de Donostia y Guipuzkoa, de Vitoria y Álava, de Ciudad Real y Puertollano, de Huesca y Casbas, de Sevilla y Málaga, de La Alcarria y Guadalajara, de Toscana y Siena.
Mi nostalgia es un coágulo blindado contra la realidad.
Y tú mismo sabes de sobra lo que eso significa, que eres médico intuitivo y brillante.
Puede significar que desplazo las cosas con la rapidez de un pensamiento.
Como tú. Como todos. No sé.
Sin tocarlos puedo mover los vasos sobre una mesa. Y las cartas sobre un tapete. Y hasta guiños, silencios y ausencias provoco. Me da un poco de vergüenza, pero así es. No hay nada que filosóficamente lo impida. Una persona enamorada puede ser atroz.
Y cuando yo llegué en 1977 a Salesianos Guada era una persona enamorada. Una persona enamorada sólo, sólo puede ser atroz. Atroz y sola. La soledad verdadera, es decir, elegida, querida, sufrida, lleva consigo el deseo de querer. Ya sólo morir será salir.
Descarno con las manos hasta la última espina, después me trago a sorbos el café largo de la taza y salgo para la Clínica La Antigua.
Mastico mal, mi cara es un cartón prensado, no se deshace ni ante la comida, ni ante una sonrisa.
En las paredes de enfrente del Salesianos hay todo un mapa del mundo alcarreño. En la esquina, entre calle Toledo y Castilla, la casa de los Sevilla, más acá la de Don Ricardo Sanz, nuestro médico, y la de los Silgo, y enfrente la de los Guijarro y los Cámara y los “Mielitos”. “Julito” se da cuenta de que lo estoy mirando.
– ¿Eres del norte? –me dice–, los del norte se quedan como tontos mirando sus hermosas montañas y el mar. Para nosotros, en cambio, el mundo es así, con el Henares discurriendo por allá abajo y por arriba El Clavín, Horche, Lupiana, Don Ricardo demuestra que Cristóbal Colón proviene de allí.
Me quedo con los ojos perdidos en el mapa de las “Discos” y “Bares de copas” de Guada: Zoika 1, Zoika 2, El Doncel, El Puerto, Nardo´s, Charol, Roxi. Me quedo con los ojos perdidos en el plano de las calles: Toledo, Amparo, Mayor, Castilla, Sigüenza, Fdez. Iparaguirre, Tabernero, Concordia, Santo Domingo.
– Fines de semana ibais y veníais a llenaros las vejigas de cerveza y mirabais y movíais la cabeza como los perros al oír algo raro. “Cabezas de chorlito, cabezas ciegas es lo que sois”, os decía. A más de uno, y de dos, y de media docena, os tuve que dejar dormir en mi cuarto, después de que os lavaran el estómago en Clínica La Antigua, mientras yo paseaba por la Concordia o el Jardinillo haciendo tiempo.
Amigo Antonio, no sólo os dije millones de veces aquello de “Lee, que se te nota”, sino que siempre tenía algún libro de bolsillo, encajado entre las manos, aún en nuestros viajes a Cataluña o Andalucía.
Me encargué de construir un pequeño surco,
por donde se abriera paso el relámpago de vuestro talento, mucho y diverso.
Antonio, sobreviviréis los “ochocientos y tantos” bachilleres de Guada, con los que conviví ocho años, porque quise que durmierais en alcobas llenas de libros. Son el mejor ejército al que poder armar, y del que poder aprender siempre. Señor alcalde durante 12 años, os estudié con absoluta curiosidad, también con asombro. Os quise, “¡Qué a gusto me encontré con vosotros!”. Compartimos bocatas, coca-colas, cubatas. Silencios. Entusiasmos. Algunos baños en piscinas municipales, allá por “San Roque”, con los ojos he escaneado de una manera sutil Guada y La Alcarria toda, sin pedir permiso: Clínica La Antigua, las “Cristinas”, Clínica Sanz Vázquez, los Maristas, los Agustinos, las Francesas… Fui capellán de las dos primeras instituciones, con absoluta libertad e independencia.
Amigo Antonio, tengo que concluir.
Tu amistad es una hermosa lección impartida con la naturalidad de quien conoce de otro modo las estribaciones del afecto. Me acompañaste 14 veces a la presentación de mis libros, junto a Solano, Echániz, Fernando, Bris, Dani y tantos más. También vuestra dinámica elegancia.
Algunos hechos de mi biografía no los podré recordar sin recordaros.
Vuestra ausencia será por siempre parte de la música de haberos conocido.
Ahora comprendo PORQUE TÚ / PORQUE 38.339.
Porque tú traes tu servicio de alcalde.
Porque 38.339 ciudadanos alcarreños te votan para senador.
Abrazo… campeón. Y que Dios te bendiga,
Post data: He escrito esta carta para Antonio Román Jasanada, lo mejor que parió madre Mari Carmen en La Alcarria, junto a Carmen, Marta, Manuel, Pilar y José Luis, acunados todos en la generosidad y en la fe.
Con verdadero afecto, Paco de Coro.
Joder Paco!! Perdón por el taco. Que ternura en las palabras de esta carta dirijida a un alumno y amigo. Que suerte tener a un gran viejoven profesor. Me ha conmovido el mensaje interno de la carta, el cariño que emanan tus palabras. Un fuerte abrazo.
He leído con suma atención, esmero y complacencia el presente texto de Don Francisco. En esta oportunidad y haciendo alarde de maestría escrituraria y diversidad de formatos literarios, se trata de una composición epistolar. Siguiendo la ilustre estela del pergeñador de este género en España, el conspicuo Don Juan Varela, nuestro salesiano nos ofrece un escrito hilvanado con esas descripciones del ayer, esas evocaciones de tiempos pretéritos y esas reminiscencias entrelazadas con el presente con su sabiduría de prosista. Es una creación disímil a las anteriores, pero el tenor inexorable de su estilo perdura y permanece en cada uno de los giros, fraseologías y reflexiones que conforman el texto. Hay minuciosidad en la selección del léxico, dulzura, delicadeza y primor en la narración y ese prúrito personal de escritor consagrado. Realizo elogio y enaltecimiento de esas menciones a las habitaciones abarrotadas de libros que constituyen la felicidad del estudioso, la plenitud del investigador y la grandeza inherente a la personalidad de un sabio. Me complazco en apostillar que en la prosa de Don Francisco se ahonda en los sentimientos, se profundiza en la amistad y hay una sugestiva recreación en ese ayer que constituye la magia, el crisol y el deleite del presente.