Hace un par de semanas me emocionó el discurso que Luis Pizarro, director ejecutivo de “Medicamentos para Enfermedades Desatendidas”, dio al recibir el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023. DNDI (Drugs for Neglected Diseases Initiative) es una organización sin ánimo de lucro que lucha por las necesidades de los pacientes que se ven privados de los avances de la investigación médica. Como Luis Pizarro muy bien explicaba, pacientes olvidados por nacer en el lugar equivocado. Trabajando estrechamente con socios en todo el mundo y en especial en los países afectados han logrado desarrollar doce nuevos tratamientos que salvan millones de vidas en todo el planeta.
Mientras lo escuchaba me embargaban diferentes sentimientos, el primero de gratitud. Siempre me ocurre cuando conozco personas cuyo proyecto de vida es dar o ayudar a los más desfavorecidos. Sentí esperanza. Últimamente las noticias son tan devastadoras: guerras, crisis migratorias, cambio climático, … que parece que nuestro planeta va a la deriva.
También me sentí algo pequeñita. Qué bonito ser responsable de un proyecto que consigue nada más y nada menos que salvar vidas. ¿Cómo llega uno a ese punto? ¿Qué puedo hacer yo? Y entonces Luis Pizarro dijo algo que me hizo recapacitar: dio las gracias a la Fundación Princesa de Asturias por el reconocimiento al otorgarle el premio y, para mí lo más importante, por darles la oportunidad de ser un gran altavoz de tantas personas olvidadas en este mundo.
Empecemos por ahí. Todos podemos ser altavoces de personas que no tienen voz. Quizás, si compartimos testimonios de esperanza, consigamos contagiar solidaridad. Creo firmemente en que el ser humano es bueno por naturaleza, pero es tan fácil caer en la desesperanza que es necesario que nos recuerden que de una u otra manera todos somos responsables de un bien común. Solo hay que tirar de la cuerda de las causas solidarias y desgranar sus historias para comprobar que detrás siempre hay una serie de personas, de gestos, de síes y de intenciones pequeñas con repercusiones enormes, un noble efecto dominó.
Otra noticia que me ha llegado al alma. En la UCI pediátrica del Hospital de Salamanca una pequeña padece una enfermedad que no tiene cura, con necesidad de cuidados las 24 horas y que está siendo “criada” por sus sanitarios desde que llegó con pocos meses de vida, sin ni siquiera un familiar que pudiera acompañarla. Sobran las palabras.
¿Y por qué yo? Dicen que los caminos del Señor son inescrutables e infinitos. Hoy me siento a escribir, sin duda muchos lo harán mejor que yo, y dispondrán de más estrategias y medios para tocar la fibra del lector, pero yo, aquí y ahora alzo mi “voz” para decir que estamos rodeados de causas nobles, y aunque lo fácil es sucumbir a la desesperanza solo tenemos que abrir los ojos para encontrar bondad a nuestro alrededor. Seamos portadores de buenas noticias y testigos del amor de Dios.
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