Septiembre siempre me ha parecido un mes especial. A pesar de volver al cole, de pequeña siempre me gustó… y como madre también. Esa mezcla de pereza, nervios e ilusión después del lío del verano –playas, piscinas, horarios alocados, helados a troche y moche– llegaba septiembre, con sus mochilas nuevas, los chándales que a veces milagrosamente siguen entrando y ese olor a papel sin estrenar… y la vuelta al trabajo.
Sí. Da un poquito de vértigo ver el calendario llenarse de reuniones y horarios y la nevera, de notas; pero también tiene su aquel. Porque septiembre nos da la excusa perfecta para volver a organizar nuestra vida en familia.
¿Una asamblea familiar?
Yo ya soy mayor y no me toca, pero os comparto algo que me contaba una compañera el año pasado y me pareció una idea estupenda. Me decía: “En casa tenemos una tradición. El primer domingo de septiembre hacemos “asamblea familiar”. Suena como muy formal, pero en realidad es una merendola donde cada uno dice qué cosas le harían ilusión este curso y vemos cómo organizarnos según los horarios de ese año para que la casa sea un poco menos caos. Y también aprovechamos para ajustar las ‘normas’ de convivencia”. Y me contaba riéndose cómo su hija la pequeña, toda seria, había propuesto una norma nueva: “A partir de ahora nadie usa los estuches sin permiso”. Y es que el hermano mayor se había llevado el suyo al instituto, le había perdido la goma y “había masticado” sus bolis… ¡Pues norma nueva!… Esas pequeñas cosas…
Desde nuestro ser salesiano, la familia es la primera escuela de vida, donde aprendemos a compartir, a rezar, a pedir perdón, a vivir juntos. Como decía una vez un director en la reunión de padres: “En casa hay que ayudar a organizar la mochila del alma, no solo la del cole”.
Por eso septiembre no puede ser sólo comprar libros y correr de aquí para allá. Es la oportunidad de reenfocar. De pensar qué hacer para que el curso no sea solo más trabajo, sino más vida compartida.
Y en medio de prisas, madrugones y reuniones, también nosotros –los adultos– necesitamos recordar que estamos juntos en esto. Es el momento para mirarnos a los ojos y preguntarnos: ¿qué necesitamos este curso para estar bien? ¿Cómo podemos ayudarnos?
Cada septiembre podemos volver a empezar. Cada septiembre es una oportunidad para seguir avanzando en nuestro camino de barullo, broncas y risas. Avanti, compañeros/as. Siempre avanti.
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