¿Qué tal nuestra oración?

5 mayo 2023

De forma inesperada, no buscada -a veces suele ocurrir con algunas cosas importantes-, encontré un libro sobre oración, me pareció sugerente y me puse a leerlo. El libro en cuestión tenía ya unos años, pero no había perdido interés; y el autor valía la pena (hablo de Aprendiendo a orar, Ediciones Paulinas, 1984, de Franz Jalics, fallecido hace poco más de dos años).

En el capítulo titulado “Quedarse en silencio” habla de la oración sencilla, hecha en silencio, como el diálogo de dos personas que se quieren, luego callan y se limitan a estar juntas durante un rato. Hay muchos cristianos, dice el autor, que piensan que ese tipo de oración es para “monjes y beatas” que no tienen nada que hacer, pero las personas “modernas”, ocupadas en tantos quehaceres, no tienen tiempo para ese “lujo”; y que, si se dedica un tiempo a rezar, hay que emplearlo en algo más “productivo”, como reflexionar, tomar conciencia de defectos, fallos, convertirse, trabajar la Biblia, pero no eso de estar en silencio sin hacer nada, simplemente.

(Y aquí te pregunto a ti -persona que lees esto- si eres también de la opinión de esas muchas personas cristianas, según el autor. Es decir, si crees que eso de la oración en silencio suena mucho a perder el tiempo. ¿Y la gente cercana a ti, del ambiente religioso que sea, piensa igual? ¿Y en nuestro ambiente salesiano, cómo te parece que se vive?)

Y lo que viene a continuación lo escribo literalmente, porque me pareció interesante y revelador, por lo que al proceso personal de oración se refiere. Dice así:

(Es para leer despacio, mirar de llegar a entender el fondo de cada frase, y comparar lo que se lee con la propia experiencia personal de oración).

“Pero aun sin buscarlo, esa oración de silencio tiene más poder de transformación que cualquier otro tipo de oración. Su eficacia consiste en un crecimiento interior que se hace palpable en la actividad. Es difícil expresarlo. Diría que da mucha paz; una paz que luego empieza a invadir la vida y queda como una música de fondo, como un estado de ánimo, como algo adquirido. Esa paz produce gran serenidad frente a las peripecias de la vida. Esa serenidad es evidentemente una madurez que permite solucionar más cristianamente los problemas que cuando uno tiene que hacer lo mismo a fuerza de una elaboración razonada. Aquí el fruto es una transformación interior y lo demás viene instintivamente”.

Pero mi sorpresa vino a continuación:

“Por eso también las personas que han promovido el reino de Dios en la historia de los dos mil años de la Iglesia han sido de oración muy simple, empezando por San Pablo hasta Don Bosco y Juan XXIII”. Sorpresa agradable, que F. Jalics ponga a Don Bosco como ejemplo de “oración muy simple”. Atención: simple, sencilla, no “simplista” ni superficial. Porque es una oración -te remito al párrafo anterior- que transforma, da paz, da serenidad frente a las “peripecias de la vida”; su fruto “es una transformación interior y lo demás viene instintivamente”. Supone, por tanto, dedicar un tiempo a estar a solas con el Padre, para que en el día a día acreciente la unión con Él.

(¿Cómo lo ves? ¿Tenemos que superar todavía algunos tópicos sobre la oración personal de Don Bosco? ¿Te sorprende que este autor lo relacione con esa “oración de silencio”?)

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