¿Quién nos lo iba a decir?

Aprendiendo a Vivir

4 julio 2024

Irune López

l

El Rector Mayor concluye su mandato al frente de la Congregación Salesiana. La autora del texto recuerda la influencia que sobre ella ha tenido la figura del Cardenal Artime a lo largo de varias décadas.

Tenía yo unos veintialgo años. Era mi segundo Campobosco en Italia; esta vez, como animadora y todas las noches, mañanas, mediodías, cuando nos reuníamos en asamblea general, salía un salesiano, delegado de pastoral juvenil de la Inspectoría de León; Ángel Fernández Artime se llamaba, el encargado de los avisos. Una paciencia… “Hay aquí una crema de Elizabeth Arden. Me han dicho que es cara…“. “¿Quién ha perdido unas gafas?…”. Y decíamos nosotros: Oye, vaya tío más majo. Qué simpático, y todas esas cosas.

Lo que es la vida

Después yo seguí adelante como animadora y trabajando con los Salesianos y me fui encontrando en múltiples ocasiones otra vez con ese salesiano: En un momento, Provincial de la Inspectoría de León. Y cuando yo iba a dar formación a los profesores, él estaba allí. Charlábamos. Qué majo, me seguía diciendo yo. Luego dejé de verle un tiempo. Andaba por las Américas. Y así, de repente, un día te encuentras que le hacen Rector Mayor y dices tú ¡Ay, madre! Menuda responsabilidad. La que le ha caído (con perdón).

Y nada. Ahí ha estado. Ahí ha estado. Y cada vez que he tenido la oportunidad de encontrarme con él, igual de campechano, agradable… ¡Hasta nos hizo unas buenas noches para María Auxiliadora en la pandemia por pódcast!

A mí esto me ha hecho pensar mucho. Porque a veces todas estas personas que tienen cargos o van adquiriendo cargos tan importantes y de tanta responsabilidad te parece que son personas de otro mundo; pero, cuando te encuentras en un servicio así a una persona a la que conoces, con la que has convivido, te hace ver las cosas de otra manera. Y también te hace volverte hacia ti misma. Pensar las veces en las en nuestro trabajo o asociación –en mi caso de Cooperadores– o en lo que sea, de repente se nos pide o se nos plantea una responsabilidad: coger un cargo, asumir alguna cosa. ¡Uff! –dices tú– ¡Terror! No, no. Si yo probablemente no valgo, si yo soy una persona de a pie… Igual tenemos que pensárnoslo dos o tres veces… ¿Si todos hiciéramos eso?

Hay una frase que a mí me gusta mucho, que he usado a veces para mí misma y con la que he bromeado con mis amigos: Dios no elige a los capaces sino capacita los disponibles. Así que, como Don Ángel, manos a la obra. Tenemos que darle las gracias por su entrega y su ejemplo. Y ya de paso, ¿alguien sabe dónde se entregan las hojas de reclamaciones en el Vaticano? Ya les vale (con perdón, otra vez).

1 Comentario

  1. FLORENTINO SANTOS BARBERO

    En uno de nuestros viajes a Roma, mi mujer y servidor, por invitación de nuestro hijo Paco, tuvimos la gran suerte de convivir unos días con el Rector Mayor, no entro en detalle porque sería prolijo; pero sí me impactó cuando decía: —Voy a cumplir con el cuarto Mandamiento— y se ausentaba para habla con sus padres… Es un detalle que nunca olvidaremos, un fuete abrazo D. Ángel y nuestra oración

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

También te puede interesar…

Una pizca de sal

Una pizca de sal

Con los primeros calores de julio, quiero recordar a Mamá Margarita como mujer, madre, amiga y vecina. Imagino su...

Cuidado con el perro

Cuidado con el perro

Ayer viajando aproveché para revisar correos antiguos y me encontré uno de Oscar Feito con una historia interesante....