Ser amables

Aprendiendo a Vivir

13 abril 2023

Esther Uruñuela

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La amabilidad es una virtud que engrandece y acerca a las personas. Don Bosco sabía que era muy necesaria. En la Familia Salesiana la conocemos como amorevolezza.

El otro día, esperando en un centro comercial para entrar en el cine con mi hijo, propuse un experimento que había leído en Twitter: montarnos en el ascensor y saludar amablemente a quienes subieran. Con cara sonriente, había que decir: “¡Hola, buenas tardes! ¿Qué tal?” a quien entrara en el ascensor (de los que entran entre 10 y 15 personas, así que tuvimos oportunidad de saludar a mucha gente). Además, dije a mi hijo: “Hay que adivinar la edad aproximada de la gente para ver qué grupo saluda más y a los que más les cuesta”.

Y dicho y hecho, allí que nos fuimos los dos a montarnos en el ascensor.

¿A qué viene esta historia?

Nos ayuda a reflexionar sobre la importancia de ser amables y los beneficios que puede generar. En la antigua Roma, el saludo amable era una forma de respeto y reconocimiento. Actualmente, incluso en esta era digital, la amabilidad es esencial para conectar a las personas.

Saludar amablemente nos hace sentir bien y es bueno para todos. No sólo para los demás. También tiene un impacto muy positivo en la salud emocional de quien lo practica.

Ser amable significa ser compasivo, comprensivo, generoso y respetuoso. Una persona amable muestra actitudes y comportamientos que van, desde pequeñas acciones como una sonrisa o gesto amable o respetar las opiniones, hasta más significativas como prestar ayuda desinteresada, escuchar activamente o mostrar gratitud y aprecio.

Las personas amables reflejan su preocupación por el bienestar del otro, son sensibles a necesidades y sentimientos y están dispuestos a ayudar. En definitiva, puede llevarnos a todos a tener una vida más satisfactoria y feliz y a hacer del mundo un lugar mejor.

Añadamos a esto el apellido ‘salesiano’: la amabilidad salesiana implica ser acogedores, alegres y cercanos a todos, especialmente los jóvenes, brindándoles apoyo y orientación. Don Bosco lo llamaba amorevolezza, que no es cualquier tipo de amabilidad; se trata de un cariño comprometido, un afecto cercano y preocupado, dispuesto a dar lo necesario por asegurar que cada persona, especialmente los más jóvenes, se sientan protegidos y amados. Esta amabilidad cercana implica entregarse desde el corazón con acciones diarias y concretas, sinceras y sostenidas en el tiempo. ¡Qué maravilla que podamos ser y actuar así!

Y sobre la historia del ascensor, te cuento cómo acaba…

Comprobamos que, independientemente de la edad o lo que estuvieran haciendo (con cascos, con niños pequeños, adolescentes, en pareja, comiendo, etc.), todos, sin excepción, respondieron con cordialidad al saludo; es más, sus rostros reflejaban alegría o satisfacción; incluso entablamos interesantes conversaciones.

Esto nos dice que independientemente de los factores externos, si queremos, podemos tomar la iniciativa y dar el primer paso para que nuestro mundo sea más amable. Conseguirlo va a depender de cada uno. ¿Quieres? Pues, tú decides…

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