Creo que a casi todos nos suena Stephen King, probablemente el autor de novelas de terror más famoso del mundo. El otro día leí una historia sobre él que me hizo pensar y me gustaría compartir.
Allá por los años 70 Stephen King era muy pobre. Estaba casado, tenía 3 hijos, vivía en un remolque y estaba bastante frustrado. Él escribía, deseaba con todas sus fuerzas ser escritor y en sus pocos ratos libres escribía. Escribió un par de novelas, pero se las rechazaban. Como mucho consiguió publicar algún relato corto en alguna revista. En un momento dado, empezó a escribir una historia que tituló “Carrie”, pero tan harto y decepcionado estaba que un día pensó: “Se acabó” y tiró el manuscrito a la papelera. Y en vez de seguir escribiendo al terminar de dar sus clases de inglés en el instituto, buscó un segundo empleo en una lavandería.
“Carrie” allí siguió, en la basura, hasta que Tabitha, la mujer de Stephen (también escritora) entró un día a vaciar la papelera y se encontró el manuscrito. Lo leyó y le gustó mucho. Entonces pensó que aquello no podía perderse para siempre y empezó a pinchar a su marido para que lo acabara y lo siguiera intentando… Tanto insistió que él no se pudo negar.
Al que la sigue…
Al de un tiempo, por fin, una pequeña editorial de un pueblecillo se animó a publicarla. Unos pocos ejemplares, pero se vendieron “como churros”. Volvieron a imprimir más ejemplares, luego más y más, hasta llegar a venderse millones y llevarla al cine.
Y así Stephen King empezó a convertirse en “el maestro del terror” llegando a ser en las siguientes décadas en el escritor más prolífico del mundo. A todos nos suena “El resplandor”, “It”… Y siempre en la primera página de sus libros dice: “para Tabby”.
Porque todo esto no habría pasado si no hubiera escuchado de Tabitha… “No te desanimes. Sigue insistiendo. Tú puedes hacerlo. Inténtalo. Yo creo en ti y te apoyo”.
Y esa es la reflexión que yo quiero compartir con vosotros hoy. La importancia de tener Tabithas a nuestro lado en nuestras familias; alguien que en vez de reprocharnos o callarse, te pinche, te anime y te diga: confío en ti, ánimo, adelante.
Y aquí acaba mi pequeña reflexión, con una sencilla pregunta. Bueno, dos: Si tú escribieras un libro, ¿a quién podrías poner tú en esa primera página? y ¿quién podría ponerte a ti?
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