Un 24 de mayo para recordar…

El Rincón de Mamá Margarita

21 mayo 2025

Elena Martínez

Elena Martínez

¡Aquí estoy, escribiendo para el Blog de Mamá Margarita, y la verdad es que la fecha me trae recuerdos muy especiales! Justo el 24 de mayo de 2024, el día de María Auxiliadora, me casé por lo civil con mi mujer. Al día siguiente tuvimos una bendición preciosa de un salesiano que le puso todo el corazón. ¡Fue un momento muy emocionante para mí!

Mi esperanza, y la de muchas personas, es que llegue un día en que la Iglesia extienda esa acogida total y sin peros a todas las formas de amor. Que se abran las puertas de par en par para que cada pareja, si así lo desea y siente la llamada, pueda casarse por la Iglesia y recibir esa bendición sacramental tan deseada.

Porque al fin y al cabo, el mensaje de Jesús es clarísimo: amor universal y sin excepción. La verdadera evangelización, como dice el Papa Francisco, no es solo hablar de la verdad, sino vivirla a través del amor y la acogida. Y eso es lo que muchas personas soñamos para la Iglesia: un lugar donde todos, sin importar a quién amemos seamos acogidos.

La noticia del fallecimiento del Papa Francisco y la elección del Papa León XIV ha suscitado en muchas de mis amigas una pregunta recurrente: «¿Será este nuevo Papa igual de abierto de mente? ¿Seguiremos teniendo todos cabida en la Iglesia?». Esta inquietud, que resuena profundamente en mí, nos invita a una reflexión que va más allá de las personalidades de los pontífices y se ancla en el amor incondicional de Jesús.

Estos días he vuelto a releer un libro que un buen amigo mío sacerdote salesiano me recomendó: Tender un puente, un libro muy necesario escrito por James Martin, sobre la necesidad de acoger a todas las personas sin tener en cuenta su orientación sexual.
No se trata de cambiar doctrinas de la noche a la mañana, sino de transformar corazones y abrir mentes para que exista la comprensión mutua. Si observamos la vida de Jesús, notamos que constantemente derribó las barreras sociales y religiosas de su época. Amó y acogió a los marginados, a los enfermos, a los pecadores, a aquellos que la sociedad rechazaba. No puso condiciones a su amor ni hizo distinción alguna basada en la identidad, la procedencia o el estado moral de las personas. Su mensaje central fue siempre la compasión, el perdón y la inclusión. Jesús fue un claro ejemplo de que: el amor no se gana; se da.

Todos nosotros, heterosexuales, gais, lesbianas, bisexuales, etc., somos imperfectos. Y no lo somos por nuestra sexualidad, sino porque todos cometemos errores, todos fallamos, todos pecamos y hacemos malas acciones. Sin embargo, Dios nos llama a todos, sin excepción. Todos somos peregrinos en camino, llamados a la metánoia, a la conversión de nuestras mentes y de nuestros corazones.

La preocupación por la orientación del nuevo pontificado es comprensible, pero la verdadera fortaleza de la Iglesia, y de nuestra fe personal, radica en la inquebrantable verdad de que el amor de Jesús es universal y sin excepción. La pregunta no es si el Papa León XIV será «igual que el anterior», sino si nosotros, como Iglesia y como individuos, estamos dispuestos a seguir el ejemplo de Jesús y abrir nuestros corazones y nuestras puertas a todos, porque el amor de Dios ya lo ha hecho.

El Papa Francisco marcó un antes y un después al tender puentes de diálogo y comprensión con la comunidad LGTBI, abriendo caminos de esperanza y demostrando que el amor de Jesús es para todos. Su pontificado nos recordó que la Iglesia está llamada a ser un hogar, no una fortaleza.

Ahora, con el Papa León XIV, la gran pregunta es si esta senda de acogida continuará. La expectativa es alta, y la necesidad, innegable. Queda mucho camino por recorrer, pero la semilla de la sensibilidad y la compasión ya está sembrada. Esperemos que el nuevo Papa siga avanzando en esta dirección, fortaleciendo esos puentes y construyendo una Iglesia donde cada persona se sienta verdaderamente amada y valorada.

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