Hace un par de días hemos celebrado la fiesta cristiana de Todos los Santos y para reforzarla, en muchas diócesis se ha propuesto para los más pequeños participar en ‘Holywins’ en contra de la fiesta pagana ‘Halloween’. Como cristianos, ese día (y todo el año) tenemos un momento especial para acordarnos de nuestros familiares que ya no están. Pero lo hacemos recordando que disfrutaron de sus vidas, las compartieron con nosotros y ya han alcanzado el cielo. Y esto nos anima a compartir su felicidad, a quedarnos con el triunfo de la vida sobre la muerte y promover la belleza y el bien.
La tarde del 31 de octubre pudimos ver a muchos niños disfrazados de su santo favorito. De una forma lúdica, conocieron las virtudes, sacrificios y martirios a los que fueron sometidos. Se trataba de motivar a los más pequeños a seguir el ejemplo de las santas y santos que nos precedieron, viendo que eran niños y jóvenes como ellos que se sintieron profundamente queridos por Dios. Y es que como dice Francisco “los santos no son héroes inalcanzables, sino personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido con el Bautismo”.
Una pista nos da Francisco, la santidad es un camino ¿Un camino hacia dónde? Pues hacia donde todos queremos ir, hacia la felicidad.
Francisco recomienda que este camino se haga acompañado, porque en ocasiones hay momentos difíciles en los que la ayuda es necesaria. Me acordaba del Camino de Santiago, puedes hacerlo solo, es una experiencia que muchos recomiendan, pero al final recuerdas ese momento en que te caíste y pasó otro peregrino que te tendió la mano y te ayudó a ponerte en pie. O cuando te quedaste sin albergue y alguien con el corazón grande, te abrió la puerta de su garaje para que pudieras pasar la noche. Francisco los llama hermanos mayores en la fe “que nos sostienen cuando en la ruta perdemos el rumbo, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque desean nuestro bien”.
Pues con este “regalo que no se puede comprar” me despido, y dejo abierta la reflexión de cada una, a que pensemos cómo podemos ser más santos hoy, es decir, cómo podemos ser más felices desde hoy.
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