Todos los años siempre hay algún anuncio de la campaña de Navidad que nos toca la fibra cumpliendo muy bien su propósito.

Recuerdo campañas muy emotivas como la del Ron Ruavieja en el 2018, el anuncio de Campofrío del pasado 2020 o las ya tradicionales del sorteo de la Lotería de Navidad.

Hace unos días vi el anuncio de la campaña de los juguetes de El Corte Inglés y, apartando el objetivo comercial y consumista que le precede, tengo que decir que me llegó al corazón. Su punto clave: los abuelos y esa conexión tan mágica que surge al relacionarse con sus nietos.

No podemos cansarnos de alabar la figura de los abuelos, básica en los buenos momentos pero tan necesaria en los malos.

Hoy quiero recordar a mi abuela paterna, mi abuela Genoveva: su vida no fue nada fácil, como la de tantos otros abuelos de aquella generación de posguerra y miseria. Para muchos, mi abuela Genoveva sería una persona insignificante que pasaba desapercibida, pero debajo de esa figura había una auténtica guerrera.

La vida le hizo callo. Su piedra angular: sus hijos. Seguramente por ellos se obligó a mantenerse firme, no se permitió caer, y por ellos, seguramente también, estaba siempre alerta. En su vida ganó la resignación, mi abuela nunca se quejó, con toda seguridad por sus hijos.

Tengo que decir que mi abuela Genoveva nunca se sentó conmigo a jugar, no hizo carreras por el jardín de una casa que no tuvo, ni me contó cuentos como los abuelos del anuncio, pero soy quien soy por lo que sí hizo, por enfrentarse a todo para que hubiese comida en la mesa, porque su familia no pasara más frío del soportable, porque sus hijos tuvieran las oportunidades que ella no tuvo. Si algún día la vuelvo a ver, la abrazaré fuerte y le diré “¡gracias!”.

Nuestros abuelos no solo salvaron a sus hijos, salvaron a generaciones venideras, porque sin que ellos fueran conscientes en esos momentos de lucha diaria, levantaron pieza a pieza la vida de todos los que vendríamos detrás.

Sea este mi recuerdo y mi agradecimiento para todos los abuelos