Por cuestiones de trabajo, estamos estos días mi compañera Begoña y yo muy enfocadas en el tema de los jóvenes migrantes. Es una realidad que está ahí siempre presente, pero hay momentos en los que centras más la mirada y este es uno de ellos.
Entre las tareas que tenemos que hacer es leer bibliografía, buscar referencias… Esta mañana he estado leyendo algunas de las ideas recogidas por Begoña y hay una que me ha impactado. Era algo así: En este país acogemos bien, pero integramos mal.
Y me ha impactado porque es algo que creo que me rondaba por la cabeza, pero que no lo tenía muy presente de manera muy consciente. Y creo – o me temo- que es real. A veces tengo la sensación de que vamos por raíles separados, los “autóctonos” y los que van llegando; cada uno haciendo su vida en sus “universos”, pero con poco roce humano.
Y me ha recordado una actividad que hicimos no hace mucho en una reunión de mi comunidad de fe. Cada uno se preguntó… Y os invito a haceros también vosotros estas preguntas:
- ¿Con cuántas personas migradas me relaciono?
- ¿De cuántas sé sus nombres?
- ¿De cuántas sé algo más que sus nombres?
- ¿En qué contexto me relaciono con ellas? ¿Qué tipo de relación establecemos?
¿Con cuántas personas de estas mantengo relaciones informales, de ocio, de amistad…?
Ahí lo dejo… También puede ser interesante pensar qué tipo de ideas, frases, etc. me vienen a la cabeza cuando pienso en ellas o en las personas migrantes en general… ¿Alguna quizá la podríamos considerar un estereotipo o un prejuicio?…
Poco más que decir. Que tenemos tarea. Para integrar no basta sentarse a esperar a ver qué sucede. Para integrar hay que moverse y dar pasos… y muchos; porque acoger es una carrera de velocidad, pero integrar es una carrera de fondo. Poco a poco, momento a momento, día a día…
Ya no somos ellos y nosotros. Somos todos, vamos juntos. Todos somos ciudadanos de este país y los jóvenes, a los que muchas veces en este país sólo aludimos con siglas, son nuestro futuro. Van a ser nuestros ciudadanos del futuro. Y, como decía Don Bosco: De la sana educación de la juventud, depende la felicidad y el porvenir de las naciones.
Y ya, citando a Don Bosco, otra frase que igual nos viene al pelo: La familiaridad engendra afecto, y el afecto, confianza. Esto es lo que abre los corazones…
¿Integramos?
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