La agonía de la vida.
La agonía del amor.
– Fue en la guerra de España –dice.
Y Tonuccio Tedde lo pronuncia con los ojos fijos en las cenizas.
Es mi primera extremaunción. Es Cerdeña. Es Nulvi. Es la Gallura.
Mientras llega su hora, la Hora, el rostro de Tonuccio aldabea la hoguera de sus emociones, las hace bailar.
En medio del estruendo silencioso de la muerte, un cuadro de la Virgen del Pilar esculpe nuestras dulzuras.
La dulzura heroica de Tonuccio.
La dulzura sutil de un cura joven.
Me tenderé, Señor, con el rostro contra el suelo en la “parroquia de la Asunción”, cuando Tonuccio esté contigo –pienso.
El influjo que la Virgen del Pilar ejerce sobre Tonuccio parece de índole extática, de pasmo, de cobijo, de estupefacción, se trata de un idilio esotérico, desde 1938.
– La Batalla del Ebro, ¿sabe?
– Qué locura. Cuántas llamas.
– Volaban los pedazos del cuerpo de los soldados.
Tonuccio podía enmugrecer su rostro y su pelo de excrementos, seguro de que mirando las ánforas de los sagrados óleos daba ya una zancada gigantesca hacia la gloria.
– Por esta santa unción… –y le signaba la cruz en los pies.
– Por esta santa unción… –y le signaba la cruz en las manos.
El rito romano del sacramento germina en el excremento de la moral.
Yo estudiaba la transfiguración fascinante que se operaba en el aspecto de Tonuccio y en mi interior a lo largo del día. Salgo de su casa. Doy vueltas y más vueltas al gran cuadro de la Virgen del Pilar, que preside la alcoba de los Tedde. Apenas si balbuceo palabras bajo la luz de un mundo que se va. Al final del bosque sardo hay un arbusto y está en llamas.
Es probable que el gran cuadro de El Pilar de Tonuccio hubiera pendido sobre el orbe de Aragón antes de la Batalla del Ebro, es posible que ese hábito taumatúrgico, hubiera aguardado sin tiempo en los espacios de España hasta la aparición del soldado italiano con quien alojarse y ganar un nuevo aposento.
Y ganar así la inmanencia, a la hora, la Hora, en que Tonuccio necesitaba trascender.
Pietruccia, su mujer, miraba extasiada a Tonuccio, y Tonuccio le devolvía la mirada a Pietruccia de las heridas de una vida, inescrutables, injustas, perversas –(¿Sabe, Franchés, nos llevaban a trabajar al campo atados como ganado?) que esculpían mansedumbre, perdón, misericordia.
Fue en torno a la Navidad de 1970.
Tonuccio iba a dar un paso más hacia la pobreza, hacia la desnudez, hacia el vacío/lleno. El mismo Dios, hecho Palabra, se iba a agachar a desatarle los cordones de las sandalias. Ese avance estaba a punto de cumplirse. Tonuccio, casi casi un niño total a pesar de su edad (“Si no os hacéis como niños… no entraréis en el reino de los cielos”) estaba ya preparado.
Amigo Javier, el exceso de propósito mata la fe. El exceso de adoctrinamiento mata la esperanza. El exceso de rito mata la caridad. Los elegidos de Dios actúan sin saber cómo ni por qué, de manera infusa, sin justificación posible. Sin propósito, sin rito, sin adoctrinamiento.
– La imagen más bella de ti (piu bella di te), marido mío, es la que nunca veré –le decía Pietruccia.
– Quién sabe, Pietruccia mía, quién sabe –le contestaba Tonuccio, entristecido de repente, augural y profético.
Pietruccia moriría unos meses más tarde.
Se me enrosca la madrugada del 1 de enero en el corazón y salgo para “decir misa” en la parroquia de la Asunción. Me acompañan los seis hijos de Ignazio Posadino: Santuccio, Ignazia, Michelino, Alma, Francesca, Natalia.
Doy vueltas y más vueltas al Evangelio del día.
Pequeños apocalipsis subjetivos, confundidos con el gran apocalipsis colectivo tratan de manipular al hombre contemporáneo con el advenimiento del fin del mundo. Ya lo hizo el fascismo, ya el comunismo.
– Entregad la autonomía de la razón.
– Entregad la autonomía de la religión.
– Entregad la autonomía del amor.
Avanzo hacia la sacristía por la nave lateral de la izquierda.
Me saludan los Carruccio, los de Venezia.
También los Zallu, los De Pileri, los Strinna, los Buscavinu, los Tedde.
Siento que la pequeña ermita de mi vida es una frágil tienda de campaña que, pese a todo, alberga y acoge a todos, acompañando a la Palabra en su viaje hacia la carne, de un Dios en su viaje hacia un hombre concreto. Hoy Tonuccio sobre todo y su esposa Pietruccia.
Quiero invitar a los sardos hoy a un nuevo y largo viaje, con la curiosidad abierta, el espíritu joven y el ánimo liberal.
– Cari confratelli.
– Acabamos de escuchar el verso más maravilloso de la historia, el más hermoso, el que nos pone en la raíz, en el corazón, en el vientre y hasta en los tuétanos de la vida.
Se trata de un verso escrito en griego: “Y el Logos (la Palabra) se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14).
Me mira fijamente Angelo Súccu. ¿Qué habrá sido de él?
Alguna vez me vino a despedir a Ólbia.
Me mira fijamente Patrizia Carruccio y su hermano Gianni.
Nos escribimos hasta el año 1977. A través de sus cartas me pude asomar de puntillas a los canales de Venezia y hasta “ver” la isla de San Jorge.
– Ninguna aventura, absolutamente ninguna, puede compararse en su vértigo, en su osadía, en su maravilla, con la que San Juan nos presenta este versículo. Aquí está la aventura más fascinante del hombre: el viaje de la Palabra hacia la carne, el viaje de Dios hacia la historia de los hombres, el encuentro total, definitivo, entrañable –hasta las mollejas– de Dios con el ser humano.
Pienso en Tonuccio, que se debate entre la vida y la muerte. “- Qué locura. Cuántas llamas. – Volaban los pedazos del cuerpo de los soldados”.
– Aquí –prosigo– el escritor San Juan nos dice que en esta aventura, en este viaje de la Palabra hacia la carne, no hay billete de vuelta. Esto que Dios ha hecho: el encuentro de Dios con el hombre, la Palabra de Dios abrazando la carne del hombre, es algo absolutamente definitivo. No tiene vuelta atrás. Dios habita en la carne humana.
Hermanos: Fratelli–
– Ya no existe la justicia, sino la salvación.
Dios no es esto ni lo otro. Nadie sabe qué cosa es Dios. Ya Dios no puede ser explicado sino experimentado, sentido. Ya el alma de cada uno de nosotros no es un fin en sí misma sin compromiso en la tierra. Eso no es política. Eso es caridad. Eso es compasión. Eso es la piedad.
¿Y qué quiero decirme a mí mismo con esto?
Que si Dios no puede ser explicado qué necesidad tenemos de maestros.
¿Qué es un maestro ante lo inexplicable? Un poderoso más, un estafador, un seductor y un vanidoso.
Los maestros disminuyen a Dios. Los maestros filtran a Dios. Los maestros menguan a Dios. El alma es nuestra primera maestra. Jesús es el Maestro.
Y es tan avaro de la realidad, que no se conforma con tocarla, la agota”.
Miro a mano izquierda, a la nave de la izquierda.
Las cuatro Hijas de la Caridad, codo con codo, con los niños del Asilo trenzan afectos, limpian los mocos, ajustan los zapatos de fiesta.
– El “hacerse” carne –avanzo– no exigía todos esos tramos de la infinita escalera de la realidad normal, pero Dios avaro de la humanidad la asume toda: un embarazo pesado, un nacimiento fatigoso, una lactancia empalagosa y llena de pis, vómitos y pañales sucios, un destete enfadoso, una dentición dolora con insomnios y babas…”.
La familia De Santis, la de Tabacchi, la de enfrente de la parroquia empieza a moverse. Me dicen que me estoy alargando.
– “Termino, hermanos/fratelli tutti:
Si hemos tocado de algún modo con nuestra carne esta carne de Dios, si sentimos que el templo de nuestra vida es una frágil tienda de campaña, entonces también nosotros hemos acompañado a la Palabra en su viaje hacia la carne. Es el momento de leer el gran libro que Dios ha escrito para nosotros. Se llama Jesús. No hay nada más maravilloso”.
– Podéis ir en paz –cierro la misa.
Michele Possadino viene a mi encuentro: Tonuccio è morto.
– Volaban los pedazos del cuerpo de los soldados.
– La Batalla del Ebro, ¿sabe?
Mis dogmas, amigo Javier, no se asientan en la inmortalidad del alma, sino “en la resurrección de la carne y en la vida perdurable”. Mi fe se alimenta de la agonía (hasta 38 sardos a los que pude ungir con el sacramento de la unción), es decir de la rigurosa lucha interior, no para trabajar la aceptación de la muerte, sino para que la muerte muera.
Aleluya, Cerdeña, aleluya
Aleluya, Nulvi, aleluya.
La Palabra va hacia la carne. La palabra se hace carne y habita entre nosotros.
El viaje de Dios entre los hombtes y hacia los hombres, un encuentro total con el ser humano.
Quién es Dios??
Es inexplicable. A veces los maestros, disminuyen la ptesencia de Dios. Los verdaderos elegidos de Dios, actúan sin saber cómo, ni por qué. Pero son importantes, cuando usan la Palabra, sin exceso de adoctrinamiento, pues ese exceso mata la Esperanza. Y el exceso de rito mata la Caridad.
Las heridas de los hombres, inevitables, injustas, perversas e inescrutables, necesitan la Palabra hecha carne.
FELICIDADES POR ESTA NUEVA NAVIDAD, PARA, QUE CADA AÑO DE NUESTRA VIDA, TENGAMOS MÁS CERCA DE NOSOTROS LA PRESENCIA DE DIOS.
Un abrazo Paco.
Logos sarx egéneto. Dios hecho hombre, sin dejar de ser Dios. Esclava-madre de Dios. Dios, cimiento, tumba, fondo de la Mujer. Mujer, cuerpo de Dios. Abrazo, beso, unidad, diferencia en la identidad. Dios humanado: hombre divinizado.
Milagro, no. Maravilla. Leyes de la física explosionan. Resurrección. Todo vida. Nueva creación. (…)
Paco, pusiste la Palabra que engendró tu poesía en la bandeja de la Vida. Calla. Llega el Silencio. Escucha. Logos sarx egéneto.