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Una nueva luz<\/strong><\/p>\n Nac\u00ed en la f\u00e1brica \u201cGas e luce Torino\u201d. Tanto yo, como cientos de hermanas m\u00edas, llev\u00e1bamos impreso el sello del progreso. La intensa y brillante luz que brotaba de nuestras cabezas mejoraba el alumbrado de los hogares de la ciudad.<\/p>\n Protegieron mi fr\u00e1gil cuerpo con un embalaje de cart\u00f3n. D\u00edas despu\u00e9s me trasladaron a un modesto edificio. Me desembalaron. Abr\u00ed los ojos. Percib\u00ed enseguida que la pobreza de aquel lugar contrastaba con las voces alegres de decenas de muchachos. Orgullosa, me aprest\u00e9 a cumplir mi misi\u00f3n de l\u00e1mpara de gas: combatir la oscuridad.<\/p>\n Recuerdo mi primera noche de trabajo. Un cura joven, al que llamaban Don Bosco<\/strong>, me tom\u00f3. Observ\u00f3 mi cuerpo. Mis piernas estaban formadas por un peque\u00f1o dep\u00f3sito de metal que guardaba trozos de un mineral llamado carburo de calcio. Mi pecho era un dep\u00f3sito superior que conten\u00eda agua. Don Bosco abri\u00f3 mi min\u00fasculo grifo. El agua gote\u00f3 levemente sobre el carburo\u2026 y el mineral eman\u00f3 un gas que ascendi\u00f3 hasta el fino orificio de mi cabeza, protegida por un cilindro de cristal.<\/p>\n Los muchachos estaban expectantes. Don Bosco les orden\u00f3 que se apartaran. Encendi\u00f3 una cerilla. La acerc\u00f3 lentamente al gas que surg\u00eda por el fino orificio. Y \u00e9ste se inflam\u00f3 con un brillo intenso y mantenido. Llen\u00e9 de luz la habitaci\u00f3n. Estallaron los v\u00edtores de los chicos. Se ilumin\u00f3 el rostro de Don Bosco.<\/p>\n As\u00ed fue como mis hermanas y yo nos ense\u00f1oreamos del Oratorio. No tuvimos piedad de los viejos quinqu\u00e9s de aceite y sebo. Les afeamos su luz mortecina. Nos burlamos de su olor a grasa quemada. Les obligamos a hacinarse en cajas desvencijadas. Desde aquel d\u00eda, vest\u00ed de luz las noches del Oratorio.<\/p>\n Con el paso de los a\u00f1os, el uso me envejeci\u00f3. Un d\u00eda aciago llegaron unas poderosas competidoras: las bombillas el\u00e9ctricas. Me miraron con desprecio desde su altura. Me arrumbaron en el desv\u00e1n junto a objetos obsoletos. Me sum\u00ed en una amarga depresi\u00f3n que dur\u00f3 casi un siglo.<\/p>\n Pero un anticuario vino a rescatarme hace unos a\u00f1os. Devolvi\u00f3 a mi cuerpo su antiguo brillo. Me coloc\u00f3 en el escaparate de su tienda de antig\u00fcedades: \u00abVecchi ricordi\u00bb (Recuerdos antiguos). Sobre mi etiqueta imprimi\u00f3 identidad y precio: L\u00e1mpara de gas de Don Bosco (199 \u20ac).<\/p>\n El a\u00f1o pasado, el autor de este relato repar\u00f3 casualmente en mi letrero. Entr\u00f3 en la tienda. Sinti\u00f3 emoci\u00f3n al tomarme entre sus manos. Pero luego, creci\u00f3 la duda en su mente. Yo intent\u00e9 decirle que mi identidad era cierta. Pero \u00e9l no escuch\u00f3 mis gritos de silencio\u2026 March\u00f3. Nunca m\u00e1s le he vuelto a ver.<\/p>\n A d\u00eda de hoy sue\u00f1o todav\u00eda con abandonar el sepulcro del olvido en el que estoy relegada.<\/p>\n Nota: Diciembre 1859. El Oratorio introduce l\u00e1mparas de gas en su iluminaci\u00f3n. Atr\u00e1s quedan los quinqu\u00e9s alimentados con aceite o grasa animal y las velas de cera. Las nuevas l\u00e1mparas ofrecen una luminosidad clara y di\u00e1fana. Fueron donaci\u00f3n de la empresa \u00abGas e Luce Torino\u00bb (MBe VI, 376).<\/em><\/strong><\/p>\n [\/et_pb_text][et_pb_button _builder_version=\u00bb4.24.2″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb button_url=\u00bbhttps:\/\/www.salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb button_alignment=\u00bbcenter\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb17px\u00bb button_text_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_icon=\u00bb5||divi||400″ button_icon_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb hover_enabled=\u00bb0″ sticky_enabled=\u00bb0″][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Una nueva luz Nac\u00ed en la f\u00e1brica \u201cGas e luce Torino\u201d. Tanto yo, como cientos de hermanas m\u00edas, llev\u00e1bamos impreso el sello del progreso. La intensa y brillante luz que brotaba de nuestras cabezas mejoraba el alumbrado de los hogares de la ciudad. 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Orgullosa, me aprest\u00e9 a cumplir mi misi\u00f3n de l\u00e1mpara de gas: combatir la oscuridad.<\/p> Recuerdo mi primera noche de trabajo. Un cura joven, al que llamaban Don Bosco<\/strong>, me tom\u00f3. Observ\u00f3 mi cuerpo. Mis piernas estaban formadas por un peque\u00f1o dep\u00f3sito de metal que guardaba trozos de un mineral llamado carburo de calcio. Mi pecho era un dep\u00f3sito superior que conten\u00eda agua. Don Bosco abri\u00f3 mi min\u00fasculo grifo. El agua gote\u00f3 levemente sobre el carburo\u2026 y el mineral eman\u00f3 un gas que ascendi\u00f3 hasta el fino orificio de mi cabeza, protegida por un cilindro de cristal.<\/p> Los muchachos estaban expectantes. Don Bosco les orden\u00f3 que se apartaran. Encendi\u00f3 una cerilla. La acerc\u00f3 lentamente al gas que surg\u00eda por el fino orificio. Y \u00e9ste se inflam\u00f3 con un brillo intenso y mantenido. Llen\u00e9 de luz la habitaci\u00f3n. Estallaron los v\u00edtores de los chicos. Se ilumin\u00f3 el rostro de Don Bosco.<\/p> As\u00ed fue como mis hermanas y yo nos ense\u00f1oreamos del Oratorio. No tuvimos piedad de los viejos quinqu\u00e9s de aceite y sebo. Les afeamos su luz mortecina. Nos burlamos de su olor a grasa quemada. Les obligamos a hacinarse en cajas desvencijadas. Desde aquel d\u00eda, vest\u00ed de luz las noches del Oratorio.<\/p> Con el paso de los a\u00f1os, el uso me envejeci\u00f3. Un d\u00eda aciago llegaron unas poderosas competidoras: las bombillas el\u00e9ctricas. Me miraron con desprecio desde su altura. Me arrumbaron en el desv\u00e1n junto a objetos obsoletos. Me sum\u00ed en una amarga depresi\u00f3n que dur\u00f3 casi un siglo.<\/p> Pero un anticuario vino a rescatarme hace unos a\u00f1os. Devolvi\u00f3 a mi cuerpo su antiguo brillo. Me coloc\u00f3 en el escaparate de su tienda de antig\u00fcedades: \u00abVecchi ricordi\u00bb (Recuerdos antiguos). Sobre mi etiqueta imprimi\u00f3 identidad y precio: L\u00e1mpara de gas de Don Bosco (199 \u20ac).<\/p> El a\u00f1o pasado, el autor de este relato repar\u00f3 casualmente en mi letrero. Entr\u00f3 en la tienda. Sinti\u00f3 emoci\u00f3n al tomarme entre sus manos. Pero luego, creci\u00f3 la duda en su mente. Yo intent\u00e9 decirle que mi identidad era cierta. Pero \u00e9l no escuch\u00f3 mis gritos de silencio\u2026 March\u00f3. Nunca m\u00e1s le he vuelto a ver.<\/p> A d\u00eda de hoy sue\u00f1o todav\u00eda con abandonar el sepulcro del olvido en el que estoy relegada.<\/p> Nota: Diciembre 1859. El Oratorio introduce l\u00e1mparas de gas en su iluminaci\u00f3n. Atr\u00e1s quedan los quinqu\u00e9s alimentados con aceite o grasa animal y las velas de cera. Las nuevas l\u00e1mparas ofrecen una luminosidad clara y di\u00e1fana. 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