{"id":117728,"date":"2024-04-23T08:24:03","date_gmt":"2024-04-23T07:24:03","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=117728"},"modified":"2024-04-23T08:24:13","modified_gmt":"2024-04-23T07:24:13","slug":"el-plumero","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/el-plumero\/","title":{"rendered":"El plumero"},"content":{"rendered":"

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Me afanaba a diario en mantener limpios y brillantes a las estatuas de los santos, a los candelabros de bronce y a los nobles armarios de la sacrist\u00eda que guardan albas, casullas, estolas y man\u00edpulos. Recuerdo aquella ma\u00f1ana de invierno. El sacrist\u00e1n me llevaba de un sitio a otro con movimientos nerviosos. Era la fiesta de la Inmaculada. El fr\u00edo de la calle se reflejaba en el rostro de las personas que aguardaban el comienzo de la misa.<\/p>\n

De pronto el sacrist\u00e1n, repar\u00f3 en un joven que acababa de entrar. Llevaba una chaqueta ra\u00edda. Sus manos apretaban una gorra de obrero. Tiritaba de fr\u00edo. El sacrist\u00e1n se dirigi\u00f3 al muchacho y le orden\u00f3 que ayudara a misa a Don Bosco. El joven respondi\u00f3 asustado que no sab\u00eda, que se hab\u00eda refugiado en la iglesia para encontrar un poco de calor tras una noche pasada en un dormitorio p\u00fablico para transe\u00fantes, harto de escuchar las toses t\u00edsicas de mendigos tuberculosos.<\/p>\n

Sin mediar palabra el sacrist\u00e1n me levant\u00f3 con furia y comenz\u00f3 a golpear al chico en la cabeza y en la espalda. Mi mango de madera sinti\u00f3 el duro contacto con las costillas del pobre muchacho. Mis plumas se estremecieron de verg\u00fcenza y se desprendieron del mango. Nunca hab\u00eda golpeado a una persona. Afloraron los insultos. Algunos fieles giraron la cabeza, pero volvieron a mirar al altar mayor con falsa devoci\u00f3n.<\/p>\n

De pronto reson\u00f3 la voz potente del joven sacerdote. El sacrist\u00e1n se detuvo. Don Bosco<\/strong> avanz\u00f3 hasta llegar a nosotros. Mirando al muchacho con afecto, reproch\u00f3 al sacrist\u00e1n: \u201cNo le toque, este chico es mi amigo\u201d. Nunca olvidar\u00e9 el rostro de extra\u00f1eza del muchacho al escuchar la palabra \u201camigo\u201d en labios de aquel cura al que no conoc\u00eda de nada.<\/p>\n

Termin\u00f3 la misa y el muchacho march\u00f3 con Don Bosco. El sacrist\u00e1n recogi\u00f3 las plumas desprendidas. Me observ\u00f3 con indiferencia, como se mira a las cosas viejas cuando se gastan, y me arroj\u00f3 al peque\u00f1o patio que hay tras la sacrist\u00eda.<\/p>\n

Las inclemencias de aquel invierno aceleraron mi agon\u00eda. Estaba a punto de decir adi\u00f3s a este mundo cuando escuch\u00e9 unas voces en el patio. Haciendo un \u00faltimo esfuerzo abr\u00ed mis ojos. Contempl\u00e9 a aquel cura joven rodeado de varios aprendices que re\u00edan y hablaban. Entonces comprend\u00ed por qu\u00e9 aquel cura pod\u00eda llamar \u201camigos\u201d a todos los j\u00f3venes del mundo. Y sent\u00ed la resurrecci\u00f3n de la amistad.<\/p>\n

Nota.- El 8 de diciembre de 1841 Don Bosco se dispone a decir misa en la Iglesia de San Francisco de Tur\u00edn. El sacrist\u00e1n, Giuseppe Comotti, golpea con el mango del plumero a un pobre aprendiz llamado Bartolom\u00e9 Garelli. Don Bosco afea al sacrist\u00e1n su actitud. Llama amigo al muchacho e inicia con \u00e9l su obra a favor de los chicos. <\/em>(Memorias del Oratorio. Segunda d\u00e9cada. N\u00ba 12).<\/strong><\/p>\n

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De pronto el sacrist\u00e1n, repar\u00f3 en un joven que acababa de entrar. Llevaba una chaqueta ra\u00edda. Sus manos apretaban una gorra de obrero. Tiritaba de fr\u00edo. El sacrist\u00e1n se dirigi\u00f3 al muchacho y le orden\u00f3 que ayudara a misa a Don Bosco. El joven respondi\u00f3 asustado que no sab\u00eda, que se hab\u00eda refugiado en la iglesia para encontrar un poco de calor tras una noche pasada en un dormitorio p\u00fablico para transe\u00fantes, harto de escuchar las toses t\u00edsicas de mendigos tuberculosos.<\/p>

Sin mediar palabra el sacrist\u00e1n me levant\u00f3 con furia y comenz\u00f3 a golpear al chico en la cabeza y en la espalda. Mi mango de madera sinti\u00f3 el duro contacto con las costillas del pobre muchacho. Mis plumas se estremecieron de verg\u00fcenza y se desprendieron del mango. Nunca hab\u00eda golpeado a una persona. Afloraron los insultos. Algunos fieles giraron la cabeza, pero volvieron a mirar al altar mayor con falsa devoci\u00f3n.<\/p>

De pronto reson\u00f3 la voz potente del joven sacerdote. El sacrist\u00e1n se detuvo. Don Bosco<\/strong> avanz\u00f3 hasta llegar a nosotros. Mirando al muchacho con afecto, reproch\u00f3 al sacrist\u00e1n: \u201cNo le toque, este chico es mi amigo\u201d. Nunca olvidar\u00e9 el rostro de extra\u00f1eza del muchacho al escuchar la palabra \u201camigo\u201d en labios de aquel cura al que no conoc\u00eda de nada.<\/p>

Termin\u00f3 la misa y el muchacho march\u00f3 con Don Bosco. El sacrist\u00e1n recogi\u00f3 las plumas desprendidas. Me observ\u00f3 con indiferencia, como se mira a las cosas viejas cuando se gastan, y me arroj\u00f3 al peque\u00f1o patio que hay tras la sacrist\u00eda.<\/p>

Las inclemencias de aquel invierno aceleraron mi agon\u00eda. Estaba a punto de decir adi\u00f3s a este mundo cuando escuch\u00e9 unas voces en el patio. Haciendo un \u00faltimo esfuerzo abr\u00ed mis ojos. Contempl\u00e9 a aquel cura joven rodeado de varios aprendices que re\u00edan y hablaban. Entonces comprend\u00ed por qu\u00e9 aquel cura pod\u00eda llamar \u201camigos\u201d a todos los j\u00f3venes del mundo. Y sent\u00ed la resurrecci\u00f3n de la amistad.<\/p>

Nota.- El 8 de diciembre de 1841 Don Bosco se dispone a decir misa en la Iglesia de San Francisco de Tur\u00edn. El sacrist\u00e1n, Giuseppe Comotti, golpea con el mango del plumero a un pobre aprendiz llamado Bartolom\u00e9 Garelli. Don Bosco afea al sacrist\u00e1n su actitud. Llama amigo al muchacho e inicia con \u00e9l su obra a favor de los chicos. <\/em>(Memorias del Oratorio. Segunda d\u00e9cada. 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