{"id":18252,"date":"2021-07-27T09:30:59","date_gmt":"2021-07-27T07:30:59","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=18252"},"modified":"2021-07-27T09:30:59","modified_gmt":"2021-07-27T07:30:59","slug":"la-mitra-del-arzobispo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/la-mitra-del-arzobispo\/","title":{"rendered":"La mitra del arzobispo"},"content":{"rendered":"

Una desacostumbrada liturgia<\/strong><\/p>\n

Era yo la mitra de monse\u00f1or Fransoni, arzobispo de Tur\u00edn. Desde hac\u00eda quince a\u00f1os le acompa\u00f1aba a todas las ceremonias. Me cab\u00eda el honor de cubrir su cabeza en los momentos m\u00e1s solemnes. Mi cuerpo estaba cubierto por una rica tela de color crema. Adornos verticales bordados en oro serpenteaban por la parte delantera. De mi parte trasera colgaban dos tiras de tela, s\u00edmbolo de las ense\u00f1anzas edificadas sobre la Palabra de Dios y la Tradici\u00f3n de los Ap\u00f3stoles.<\/p>\n

Recuerdo aquella ma\u00f1ana de junio. Yo reposaba en mi estuche de terciopelo. Me sacaron de mi letargo y me colocaron en el carruaje de monse\u00f1or Fransoni. Percib\u00ed el habitual trote de los caballos: nos desplaz\u00e1bamos a una celebraci\u00f3n lit\u00fargica.<\/p>\n

Comenc\u00e9 a sentir vaivenes desacostumbrados. La berlina se adentraba por un irregular camino de tierra. \u00bfHacia d\u00f3nde nos dirig\u00edamos? Cuando nos detuvimos, estallaron interminables vivas, gritos y aplausos que brotaban de gargantas infantiles. Me extra\u00f1\u00f3 aquel recibimiento tan ajeno a la seria gravedad episcopal.<\/p>\n

Se hizo el silencio. Comenz\u00f3 la ceremonia. Me sacaron de mi estuche para colocarme sobre la cabeza de mi due\u00f1o. Cientos de ojos j\u00f3venes me observaban con curiosidad.<\/p>\n

Prest\u00e9 atenci\u00f3n a un sacerdote que dirig\u00eda a los muchachos con una sonrisa llena de afecto. Me sorprendi\u00f3 que un cl\u00e9rigo sonriera en el interior del templo. \u00bfTemplo? Alarmada descubr\u00ed que no nos hall\u00e1bamos en una iglesia. Aquello parec\u00eda un pobre cobertizo. Continu\u00e9 observando: \u00a1Las gradas del altar tampoco eran gradas de m\u00e1rmol, sino una sencilla tarima alfombrada! El canto de los muchachos interrumpi\u00f3 mis cavilaciones.<\/p>\n

Lleg\u00f3 el serm\u00f3n. Me concentr\u00e9 en el momento estelar de mi actuaci\u00f3n. Un eclesi\u00e1stico me coloc\u00f3 cuidadosamente sobre la cabeza del arzobispo. Desde la altura contempl\u00e9 a ni\u00f1os y j\u00f3venes. Todos sus ojos estaban fijos en m\u00ed. Me sent\u00ed halagada.<\/p>\n

Fue entonces cuando sobrevino el accidente. Monse\u00f1or Fransoni levant\u00f3 la mirada. Contagiado por Don Bosco, sonri\u00f3 a los muchachos. Ellos le devolvieron la sonrisa. Animado, subi\u00f3 a la tarima alfombrada. Alz\u00f3 la cabeza. Not\u00e9 como la parte superior de mi cuerpo chocaba violentamente contra el techo. Mi ca\u00edda estuvo acompa\u00f1ada por un sonoro \u00abohhh\u00bb que brot\u00f3 de todas gargantas.<\/p>\n

Me recogieron del suelo. Monse\u00f1or me tom\u00f3 entre sus manos. Mir\u00f3 a Don Bosco con complicidad. Y mostr\u00e1ndome, a\u00f1adi\u00f3: \u00abHay que respetar a los muchachos de Don Bosco y predicarles con la cabeza descubierta\u00bb. A partir de aquel momento el cobertizo se convirti\u00f3 en una bas\u00edlica perfumada con el mejor de los inciensos y adornada con las flores m\u00e1s hermosas: la alegr\u00eda y la paz de los hijos de Dios.<\/p>\n

Mi vida no ha sido f\u00e1cil. A\u00f1os despu\u00e9s de conocer a Don Bosco y a sus chicos, acompa\u00f1\u00e9 a monse\u00f1or Fransoni a un largo exilio de m\u00e1s de doce a\u00f1os por oponerse a leyes que consider\u00f3 injustas. Le vi morir en el destierro a\u00f1orando su di\u00f3cesis de Tur\u00edn. Pero nunca he olvidado aquella ma\u00f1ana pasada junto a los chavales del Oratorio. \u00bfQu\u00e9 habr\u00e1 sido de ellos?<\/p>\n

Nota: <\/em><\/strong>29 junio 1847. Monse\u00f1or Luis Fransoni, a instancias de Don Bosco, acude al Oratorio para administrar el sacramento de la Confirmaci\u00f3n. Su mitra choca contra el techo del cobertizo Pinardi. Mitra en mano, dirigir\u00e1 un cordial serm\u00f3n a los muchachos (MBe III, p\u00e1g. 184-186).<\/em><\/p><\/blockquote>\n

Fuente: Bolet\u00edn Salesiano<\/strong><\/em><\/p>\n

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